Nos sentimos orondos y orgullosos cuando alguno de los organismos multilaterales elogia el crecimiento de la economía, la efectividad de la política impositiva, el manejo de la política cambiaria, la posición privilegiada del país en que tiene que ver con atraer inversiones y en el índice confianza.
Pero de qué sirven esos indicadores si frecuentemente los criollos perecen ahogados en las aguas del mar Caribe, al aventurarse en frágiles embarcaciones tratando de lograr el llamado “sueño americana”, que dicho sea de paso, se ha convertido en una pesadilla.
De qué sirven esos números si somos un país con un vergonzoso índice de desnutrición, pobreza y analfabetismo. Claro, sin estos índices el populismo y el clientelismo no tendrían caldo de cultivo para crecer y multiplicarse como la verdolaga.
No sirven de nada esos números fríos, con una prostitución infantil que cada día se incrementa ante los ojos cómplices de una sociedad indolente.
Para qué esos “índices”, que se propagaban en un ambiente matizado por el channel, el caviar, la champagne y el buen escocés, con una sociedad secuestrada y arrodillada por el miedo a la delincuencia.
Será que hemos perdido la sensibilidad humana o desviado el sentido de prioridad. Cómo se explica que sigamos ufanándonos de un crecimiento económico frente a la imagen dantesca de humildes dominicanos desparramados en las playas de borinquen con los sueños cercenados por la muerte.
Cómo podemos pavonearnos diciendo que la economía tuvo un crecimiento por encima de la China mirando día tras día como aumentan los pedigüeños en las esquinas, los niños que dejan de ir a la escuela para dedicarse a limpiar los cristales de los vehículos talvez por una mísera moneda. O las niñas y adolescentes en calles, avenidas y carreteras vendiendo sus frágiles cuerpos.
No, no es posible, con una inmensa mayoría de dominicanos que ha manifestado que se iría del país si tuviese la oportunidad, porque entienden que el motochonchismo y las otras actividades remunerativas que realizan no les permitirían llevar una existencia decente.
Y tenemos la “cachaza” de mostrar el desempeño de la economía cuando hemos sido incapaces durante mucho tiempo de detener la extracción criminal de materiales de los lechos de los moribundos ríos por parte de las granceras y de entender que la deforestación avanza a pasos acelerados.
Cuando el país sea capaz de mostrar los indicadores de disminución significativa en la prostitución infantil, en la deserción escolar, de la desnutrición, la pobreza, los viajes ilegales y el deforestación, si podremos mofarnos de que hemos avanzado.
Esos indicadores apuntalan a la perpetuación de la riqueza en manos de unos pocos y al profundizamiento de la brecha entre ricos y pobres. Y los gobernantes que hemos tenidos y los dirigentes de los partidos tradicionales se entretienen discutiendo quién ha incrementado más la nómina de los pobres e indigentes.
Pero se olvidan de los temas que verdaderamente importan y que tendrán un impacto en las generaciones futuras, como es la haitianización de la sociedad y el caos en el transporte, entre otros.