Londres, 11 oct (PL) Con un dosis de humor, satisfacción e ironía, la escritora británica Doris Lessing calificó hoy el Premio Nobel de Literatura, recién otorgado, como "una escalera real" en el póker.
Fue su primera reacción ante el asedio de la prensa, que la aguardaba a la entrada de su casa en el noroeste de Londres. Su agente no pudo anunciárselo antes. Lessing andaba de compras por la zona comercial londinense.
Durante tres décadas se mantuvo como candidata habitual del lauro de la Academia Sueca, siempre inescrutable en sus designios y poco dada a distinguir a las mujeres.
Me he ganado todos esos malditos premios en Europa, "todos esos malditos premios y estoy muy contenta de haberlos ganado". Es una escalera real, añadió con un lenguaje desenfadado y vital, tanto como sus 87 años.
Entre otros galardones, atesora el Príncipe de Asturias de las Letras 2001, una especie de Nobel del mundo hispano.
Lessing dista de ser una escritora de capilla recluida en sus habitaciones, entre el olor de los libros. Se mantiene en contacto con el mundo que se mueve a su alrededor y lo juzga críticamente.
Ambientada en el Africa del apartheid, su novela Canta la hierba suscitó un gran escándalo a mediados del siglo pasado con su defensa de las relaciones amorosas entre un hombre negro y una mujer casada, blanca.
Con una vasta obra narrativa y próxima a cumplir los 88, Lesing no da señales de considerar concluida su producción literaria.
Entre sus libros sobresalen la extensa antología de relatos publicada bajo el título de Cuentos africanos (1961); Instrucciones para un descenso al infierno (1971); Los matrimonios entre las zonas tres, cuatro y cinco (1980) y El experimento sirio (1981).
También La buena terrorista (1985), El quinto hijo (1988), De nuevo el amor (1996) y la colección de relatos Un hombre y una mujer (1998).
En 1994 publicó el primer volumen de su autobiografía, Dentro de mi, y tres años después el segundo tomo (Caminando en la sombra).
Lessing no ocultó su alegría con el lauro de la Academia Sueca. Estoy muy contenta, aseguró.
Todo lo contrario de Samuel Beckett, quien lo ganó en 1969. Al enterarse, su respuesta fue un lacónico "Dios mío, qué desastre".