La agresión voluntaria que se identifica en el terror; los actos de terrorismo que se observan en la figura del terrorista (el enemigo invisible), el pensamiento criminal, guerrero, son términos equivalentes que resumen perfectamente un cuadro de manifestaciones existenciales de la denominada violencia asesina. El interés por conocer acerca del terrorismo actualmente se estudia en la llamada “psicología patológica contemporánea”, una área nueva, de reciente interés, que estudia, incluso en laboratorio, la coexistencia humana violenta, en cuanto a lo que hay de imaginario, individual y cultural en los sujetos terroristas, y el carácter propiamente explosivo de su personalidad, aportando siempre aspectos nuevos al drama mismo del acto terrorista.
La mayoría de estudios clásicos acerca del terrorismo son de antes de ayer y se relacionan por su finalidad política, por ser el terror utilizado como medio táctico para dominar a un país y desestabilizarlo. Táctica flotante, desde luego, pues, en la interacción psíquica de este tipo de individuo, el terrorismo se inserta en base a tentativas, ensayos y errores. El terrorismo busca producir efectos psicológicos en el campo opuesto sobre el que actúa; con ello quebranta el equilibrio psicológico individual, llega a desmoralizar a una colectividad, produce pánico y un estado de angustia generalizada.
No son oscuras las causas del terrorismo, al menos no en la moderna sociología occidental, en la que es de uso común categorías como: el poder, la anarquía y la guerra fría, de la que el terrorismo es parte de su ulterior evolución. Sin embargo, un acto de terrorismo, más que una forma bélica y descartando que se parezca al acto anárquico, es una violencia-espectáculo de nuestra sociedad que hace favorables comportamientos sensacionalistas y demostraciones dramáticas, que sería eficaz en la medida en que se vive o se ve, se filma, se comenta, se divulga en forma amplificada. Desde esta perspectiva, el público está en el medio, y eso está más allá de la “intención política” del hecho perpetrado o de la “situación sociológica determinada” de un grupo social que considera ilegítimo a otro grupo, a que considera su adversario.
Es en la dimensión psicológica que la táctica terrorista llega a su verdadero objetivo, la opinión pública, ya que no existe una única y directa estrategia política de quien pretende alzarse con el poder. La publicidad, la propaganda se convierten en los mecanismos imaginarios que explota al terrorista, pero que también si los medios de comunicación no dimensionan estos hechos de terror, el sujeto terrorista no sería nadie. La tragedia debe de convertirse en un acontecimiento. No suelen pasar muchos días sin que se atribuyan el ataque o la explosión, etc.. Ello explica por qué los atentados deben ser espectaculares, odiosos, de actualidad.
En el sistema psicológico de los terroristas, a nivel de lo imaginario, de lo fantasmal, las técnicas audiovisuales modernas no deben pasar desapercibidas, pues deben permitir la imagen espectacular de lo que él ha realizado.
¿Cómo es la personalidad en estos individuos?, a sabiendas de que son utilizados por otros individuos. ¿Cómo deben ser, pues, los candidatos seleccionados? La atención de la psicología individual del terrorista, del psicoanálisis criminal, y otras ramas del saber psicológico, como la psicología de la comunicación, y la preocupación por esclarecer el funcionamiento de la estructura psicológica nos remite a pensar qué tanto sabemos sobre la estructura de la conducta explosiva y destructiva.
En ese sentido debemos decir, que ni es enteramente un sujeto neurótico característico, ni encaja con el tipo psicotico que está muy individualizado por su psicosis, encerrado y afectado por su personal problemática. Lo vemos como un amigo normal, de quien desconocemos su vida, que realiza actividades regulares, etc. ¿Es una personalidad psicopática? Si, en muchos o casi todos los aspectos, pero sobre esta categoría clínica es más lo que no sabemos que lo que sabemos, debido al drama psíquico interno que éste experimenta y la tensión del escenario o teatro de operaciones en el que debe actuar.
El terrorista sueña despierto en muchos aspectos; su sistema psicológico se llena de elementos imaginarios, su acto alimenta al público que lo convierte en espectáculo y la emoción que experimenta es tal que desdobla su conciencia y desorganiza su conducta. El acto criminal parece convertirlo en un actor positivo. Parece ser que el terrorista es un actor que una parte de la sociedad “contrata” para que actúe en un escenario teatral social, un campo de operaciones de miradas, en la que el horror llega convertirse en un objeto-fetiche de una realidad que imagina; los terroristas y sus enemigos no luchan frente a frente, sino a través de la pantalla, que es algo que no se detiene en la vida humana contemporánea.
Siendo el terrorismo una violencia plus-ultra, que se acompaña de otros fenómenos sociales como son el secuestro, los asesinatos selectivos y los ataques indiscriminados, preferiría decir que tal vez sean individuos anómicos y alienados, que aún percatándose de su desviación en los niveles más crónicos de la adaptación individual, están resueltos a causar el mal.
El terrorismo inicia en los hombres a temprana edad, como si se tratara de un adoctrinamiento; está más allá de los hogares disfuncionales y el ambiente carente afectos y medios materiales de subsistencia; es practicado mayormente por individuos que inician a temprana edad en el narcotráfico, por los mafiosos y las sectas religiosas, en la que las acciones se dirigen a intereses culturales, económicos y políticos; recae sobre entidades reales y simbólicas, o ambas combinadas; se ejerce desde la organización del Estado en forma institucional hasta en forma individual; es más común en el hombre que en la mujer, en la raza musulmana y blanca que en la raza negra; funciona de manera colectiva y casi nunca en forma individual: es una organización criminal compleja, en la que los participantes se distribuyen las tareas, que son llevadas a cabo por individuos peculiares que van desde criminales profesionales y suicidas, fanáticos religiosos, psicópatas y sujetos frustrados que creen actuar en favor de los oprimidos y predestinados a redimirlos. Sólo son comparables a los psicópatas fanáticos de la brujería.
La eliminación física de blancos humanos que caracteriza la vida del terrorista ha hecho posible que la psicología del terrorismo se extienda hasta las víctimas que de ellos derivan, que sufren intensas emociones de miedo, pánico y desórdenes psicomotores constantes y por largos períodos.