La comunidad nacional e internacional debería dirigir hoy su mirada hacia Haití, donde recientes inundaciones han causado decenas de víctimas, con miles de viviendas destruidas, plantaciones arrasadas y muchos pueblos aislados, especialmente en la zona Norte, donde los habitantes erigidos en las laderas de las montañas son los que pagaron los mayores tributos y en su mayor parte están aislados.
Como ocurre siempre en estos casos, el hambre y la desesperanza son mayores, en un país absolutamente carente de recursos para hacer frente a la vida diaria, mucho menos a los frecuentes desastres naturales propios de estas naciones tropicales.
La deforestación anárquica que realizan las familias pobres es citada como una de las causas de las inundaciones que golpean al país. Las aguas han descendido sin control desde las montañas con su secuela de muertos, heridos y desaparecidos. El juez de una ciudad llamada Cabaret, a 35 kilómetros de Puerto Príncipe, magistrado Fernindand Senatus, ha dicho: “Se pueden contar fácilmente 20.000 victimas directas de las inundaciones”.
Pese a esta tragedia, la prensa dominicana le ha concedido pocos espacios, no obstante la vecindad y la constante prédica de que todo lo que suceda en Haití afecta o interesa a la República Dominicana.
En este caso, se trata de una situación de emergencia que bien merece la ayuda internacional.
El Gobierno Dominicano, cuyos más altos representantes deben saber lo que significan problemas de esta naturaleza, debería ir en ayuda de Haití, con donaciones de alimentos, medicinas, colchones, frazadas y otras cosas necesarias, pues el pueblo haitiano nada tiene que ver con lo que hayan hecho o dejen de hacer sus dirigentes.
No se diga que a nosotros no nos alcanza lo que tenemos, una excusa para hacernos de la vista gorda. En una escala más reducida, nosotros hemos visto cómo en muchos barrios pobres, un vecino que la consiguió le pasa un plato de comida al que no la tiene, una de las más hermosas manifestaciones de solidaridad humana.
En la tarea de ayudar a Haití en estos momentos angustiosos debería participar el sector privado. Los empresarios pueden aportar bienes en naturaleza, mientras la Defensa Civil podría ocuparse de la logística a ser empleada, naturalmente con la ayuda de nuestras Fuerzas Armadas.
Un viejo refrán lo dice: “Hoy por ti, mañana por mí”. Ayudemos a Haití.