Santo Domingo (PL).- La noticia de que Antonio Banderas se propone hacer una película sobre la vida de Porfirio Rubirosa pasó aquí sin penas ni glorias, triste destino para quien en su momento fue epítome del macho latino.
Si Banderas se propone una exégesis o un panegírico en celuloide, se desconoce, pero lo cierto es que el ánima de Rubirosa tal vez vague aún por la Puerta del Conde, donde se rodará parte de la cinta.
Las consejas afirman que, no lejos de esa calle capitalina, el hombre que fue un fracaso en todos sus negocios organizaba peleas de boxeo en las cuales cobraba dos centavos la entrada.
También en ella inició una carrera de símbolo sexual, de la mano de herederas ansiosas de emociones fuertes y proezas sexuales.
Lejos estaría el conquistador de imaginar que años después, en su país, los centavos no existirían y el paisaje bucólico de Santo Domingo cambiaría para peor, afeado por torres de concreto y cristal.
Elevado al favor del dictador Rafael Trujillo por un braguetazo a su hija Flor de Oro, Rubirosa fue más que el aprovechado vive bien que todos se imaginan.
Hay indicios de que se enriqueció con la venta de visas a judíos ricos que huían del nazismo en Europa, en especial desde Alemania, Bélgica y Francia, donde se desempeñó como diplomático.
Acusaciones posteriores apuntan a que participó en los complots de su ex suegro para asesinar a dos connotados opositores: Sergio Bencosme y Jesús de Galíndez.
Cierto o falso, está claro que Rubirosa carecía de escrúpulos, otro de los rasgos salientes en la existencia de un hombre que afirmaba "carecer de tiempo para trabajar".
Junto a Alí Agha Khan, que tenía dinero, y el actor Cary Grant, que lo consiguió por los mismos medios, Rubirosa conformó una tríada de amantes que hicieron época en los 40 y 50 del siglo pasado.
Rita Hayworth pasó de las manos de uno a las del otro, al igual que Barbara Hutton y Doris Duke, Zsa Zsa Gabor y la infaltable Marilyn Monroe, según versiones.
Signo de los tiempos: Rubirosa buscaba la publicidad y las cámaras de los fotógrafos de las revistas del corazón cuando aún no se llamaban papparazis.
"Es un crimen no vivir a la altura de su propia leyenda", era una de sus máximas favoritas y su canción "Soy un chulo", que entonaba acompañado de la guitarra.
Rubirosa moriría en París a los 56 años, casado con una mujer casi 40 años más joven y abocado a la ruina, tras la muerte cinco años antes del dictador que lo protegió.
Ramfis, el hijo de este, había probado su faceta de ladrón robándole su parte en un negocio y Rubirosa le había retirado la palabra.
Cuando estrelló su Ferrari contra un árbol en el Bois parisiense, el otrora epítome del amante latino apenas contaba con un epitafio de valor.
Lo había redactado el escritor Truman Capote cuando describió el nervio primo de Rubirosa como "una macana café con leche del ancho de la muñeca de un hombre".
Sólo eso queda del conquistador quisqueyano: una descripción escabrosa.
Y, ahora, que un actor malagueño, inepto y bajito, quiera hacer una película sobre él: sic transit gloria mundi.
*Corresponsal de Prensa Latina en Dominicana.