Para la confección de este índice se relevan(cambian),de manera periódica una cantidad predefinida de precios correspondientes a bienes y servicios, los cuales no representan una canasta determinada, sino que intentan reflejar de manera lo más fidedigna posible, las variaciones de precios de una economía, de manera integral. Por eso se debe incluir a todos los sectores.
La otra particularidad de este índice, es que considera toda variación nominal sobre los precios encuestados, los que son seleccionados por su peso ponderado en el consumo nacional.
De esta manera no sólo refleja las variaciones estructurales sino también aquellas que se dan tanto por cuestiones de estacionalidad como las que se originan en fluctuaciones de coyuntura tanto en el mercado domestico como en el global.
Hace ya algunos años, que en los Estados Unidos se publica un índice adicional que se ve despojado justamente de estas variaciones relativas que pueden modificar la ponderación de la inflación real.
A este índice se lo conoce como “core inflation”
Para la confección del mismo, se prescinde de los bienes y servicios cuyos precios son más volátiles y de aquellos bienes y servicios cuyos precios difieren de la tendencia general. O sea, se excluye del cálculo a los precios de los comestibles y de la energía más volátil, así como los precios concertados o administrados.
En Latinoamérica se la conoce como “inflación subyacente” y quien primero ha adoptado este índice ha sido México en el 2000.
Para su confección, elimina el precio de las naftas, electricidad y gas para uso domésticos (precios administrados), del transporte, de la telefonía y otros precios concertados, así como 36 frutas y verduras y otros 28 productos de alta volatilidad/ estacionalidad.
Cuando se analiza una serie de este índice, se puede apreciar un comportamiento más suave, sin las violentas fluctuaciones de la inflación general.
Se considera que este índice es la parte estructural de la inflación, y la que marca la tendencia a mediano plazo.
Si bien para el ciudadano común esto parece un sinsentido, ya que sufre los efectos de toda la inflación y no sólo una parte, es un índice fundamental en el análisis macroeconómico.
Especialmente en la gestión de política monetaria, donde a través de diversos instrumentos que afectan el índice de precios tales como tasas de redescuento, tasas de referencia, letras de regulación monetaria, encajes, etc., la medición de efectos sobre la inflación subyacente evita las distorsiones que el IPC general contiene de manera implícita.
Quizás por aquello que la política domina a la economía, y en una vuelta de tuerca adicional y localista, pasamos de índices de inflación general y subyacentes a la “inflación dibujada”.
Podríamos afirmar que este dominicanista y criticado índice, busca al igual que el subyacente, la eliminación de precios volátiles, pero con una particularidad: sólo aquellos cuya volatilidad es positiva (aumento de precio, como la lechuga, los zapallitos, etc.).
Cuando por el contrario, la misma es negativa (disminución de precio) el bien o servicio no sólo no es quitado de la base de cálculo, sino que si anteriormente se lo hubiera eliminado, se lo vuelve a considerar.
De manera adicional, el efecto “precio controlado”, hace que el nuevo IPC carezca aun más de validez.
Anteriormente dijimos que se deben sacar del cálculo tanto los precios volátiles como aquellos que no reflejan las consecuencias de la oferta y la demanda (administrados y concertados). Pero aquí se deja a estos últimos de manera que gracias a una ponderación significativa, los precios y tarifas subvencionadas (por el gobierno) minimizan cualquier otro impacto alcista.
De esta manera, la inflación general es tan solo una caricatura de la inflación real.
Esto no es otra cosa que la racionalización de esa sensación que el público tiene, cuando se publica mensualmente el IPC oficial e instintivamente, la consideran una burla.
Pero mucho más peligroso son las consecuencias en la gestión de gobierno.
Si a partir de este índice de inflación general “dibujado”, se busca obtener la inflación subyacente y con la misma se pretende hacer políticas monetarias activas, entonces estamos sentados ya no sobre un barril de pólvora, sino en un polvorín. Eso hay que evitarlo y mas hoy, que estamos en campana.
Creo, que el BCRD, se encuentra trabajando en un proyecto para elaborar un índice de inflación subyacente (ponderado por persistencia – IPCP) y según el juicioso y prudente Gobernador, Héctor Valdez, a quien debemos dejar 8 anos mas en el cargo; de haberse utilizado este método para medir la inflación de los últimos meses, el alza de precios habría sido menor.
No discuto con su equipo, son muy buenos.
La canasta de bienes y servicios es lo que quiero y sugiero expandir.
Esa canasta amplia podrá callar las voces de los que no creen en el índice y ven la inflación según las quejas de lo que se dice en el comercio.