SANTO DOMINGO, 30 oct (PL) Bajo un cielo nubloso y gris, los dominicanos recuentan hoy sus muertos y sus pérdidas materiales con vastas zonas del país aisladas, incluso en esta capital.
Reunida en sesión permanente por orden presidencial, la Comisión Nacional de Emergencia (CNE) afirma que las víctimas fatales son 13, pero otras fuentes las cifran en 21 y los desaparecidos en 13.
Sea cierta una cifra u otra, lo cierto es que Noel arrasó a este país con daños humanos y materiales enormes los cuales, según pronósticos ocasionarán incrementos en los ya inflados precios de la canasta familiar básica.
Plantaciones enteras de plátanos, infaltables en las mesas dominicanas, tomates, cebollas quedaron destruidas por las lluvias y los vientos de hasta 85 kilómetros que durante horas azotaron el sur, el este y partes del norte.
La pesadilla persiste pues la Centro de Operaciones de Emergencia declaró la alerta roja en 27 de las 31 provincias del país por la insistencia de las lluvias durante otras 24 horas.
Fuentes oficiales dieron cuenta de interrupciones eléctricas en 247 circuitos capitalinos y en áreas rurales, así como de distritos y localidades aisladas por inundaciones incluso en el Distrito Nacional.
Importantes arterias de esta capital permanecen cortadas al tráfico, las escuelas cerradas hasta mañana por orden de la Secretaría de Educación y el tráfico aéreo en vías de normalizarse.
Una cifra tentativa alude a más de tres mil desplazados a nivel nacional, aunque es probable que la cifra sea superior ya que muchas personas emigraron hacia casas de familiares y amigos.
La confusión es comprensible por la vastedad de los daños dejados a su paso por Noel, una tormenta tropical que nunca se tomó en serio y resultó una asesina en serie.
Los medios capitalinos dirigieron hoy sus andanadas contra la Oficina Nacional de Meteorología (ONMET) por lo que califican de mal trabajo en la previsión a la ciudadanía.
La directora del ente, Gloria Ceballos, de su lado, recordó que desde el miércoles estaban difundiendo partes sobre Noel.
Lo cierto es que el domingo, cuando el fenómeno comenzó a abatirse sobre este país, no existía una conciencia clara de los daños que podría ocasionar.
El resto ya es historia: más de 24 horas de aguaceros inclementes y rachas de viento que por momentos se convertían en vendavales, mientras la población, indefensa, permanecía librada a su destino.