Esta no es la hora apropiada para las recriminaciones, ni para hablar mentiras. La situación con motivo de la tormenta Noel es tan crítica que lo que procede es actuar, no hablar tonterías.
Es injusto culpar a la Oficina Nacional de Meteorología de que no avisó oportunamente sobre la tormenta. Meteorología si hizo el aviso correspondiente, pero al parecer los periódicos consideraron que sus advertencias no merecían un buen despliegue, porque la misma no decía lo que iba a ocurrir. ¿Cómo se le puede exigir a Meteorología que dijera que la tormenta iba a causar los daños que se registran ahora? ¿Es que alguien cree que un parte meteorológico se fundamenta en una bola de cristal para adivinar el futuro?
Es bueno que algunos sectores de la oposición culpen al Gobierno de lo ocurrido, pues de ese modo quedan atrapados en la mentira que tanto critican. ¿Puede un Gobierno, cual sea su Presidente, evitar las lluvias y sus consecuencias posteriores? Culparlo de lo que sucede es el colmo de la injusticia, gobierne Balaguer, Hipólito Mejía o Leonel Fernández.
Los colegas periodistas deben también averiguar primero, antes de propalar versiones falsas, como lo hizo alguien un programa de la mañana, al afirmar que las inundaciones en la zona de Maimón y Hatillo fueron provocadas porque se abrieron las compuertas de la Presa de Hatillo. Esa Presa no tiene compuertas, sino un vertedero en la margen derecha que comienza a desaguar tan pronto la s aguas del embalse suben de nivel, evitándose que lo hagan por encima, lo que sí produciría una verdadera catástrofe. Informaciones de ese tipo lo que hacen es alarmar a la población, que ya tiene bastante con lo ocurrido y que piensa que todas las Presas son iguales.
Los políticos en campaña, sin excepción, deberían animar a sus partidarios para que ayuden en las labores de rescate. Uno se pregunta dónde están ahora, que no sea en los medios de comunicación diciendo que el Gobierno es el culpable de lo que ocurre. Los que reparten gallinas y papeletas tienen una magnífica oportunidad de lucirse en los barrios pobres. El problema es que sin duda se mojarán y verán escenas desgarradoras: gente hambrienta y a la intemperie a la espera de que alguien les ayude en estos momentos difíciles. El Partido del Gobierno debe dar el ejemplo, movilizando a sus militantes para que colaboren con las autoridades en las labores de rescate.
Los empresarios han dado una demostración de responsabilidad social corporativa. Un gran supermercado comenzó a donar raciones alimenticias para los damnificados. Una importadora de gas cedió a la Refinería Dominicana de Petróleo un barco con 750.000 galones de gas licuado de petróleo para evitar el desabastecimiento.
El Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP) ofreció aportar recursos económicos para ayudar en lo posible a mitigar el desastre. La Falconbridge Dominicana mantiene sus equipos en operaciones de ayuda en las comunidades de Bonao, donde está su planta procesadora de ferro níquel. Bonao es una de las comunidades más afectadas por las inundaciones. Otras empresas también han hecho lo mismo, de manera que, como se puede apreciar, están hablando con hechos, no con simples palabras.
La solidaridad internacional también se ha puesto de manifiesto con la promesa de ayuda de varios países, entre ellos la Unión Europea, Estados Unidos, Venezuela y Brasil, entre otros.
El Colegio Médico Dominicano, siempre presto a denunciar los males, debería hacer un llamado a sus asociados para que formen brigadas de ayuda, poniéndolas al servicio de la Secretaría de Salud Pública. Todo el que pueda ayudar, que lo haga en estos momentos difíciles para nuestros conciudadanos.
Pero eso sí: que nadie trate de pescar en río revuelto, dándole un carácter político a su colaboración.
Es hora de solidaridad, no de demagogia.