El gobierno manejó con una torpeza inverosímil la tormenta Noel (León al revés), que tantos daños le hizo al país, provocando más de cien muertos, decenas de desaparecidos, aislamiento de comunidades por la destrucción de puentes y carreteras, pérdidas incalculables en la agricultura….
Decir lo contrario, como pretende hacerlo el gobierno, es inadmisible.
No había razón para que la tormenta tomara de “sorpresa” al pueblo, pues el Centro de Huracanes de Estados Unidos, con tiempo suficiente advirtió su llegada.
Pero las autoridades estaban muy ocupadas en trabajar por la reelección. El sábado 27, desafiando el mal tiempo, el Presidente juramentaba a un grupo de supuestos reformistas disgustados en la provincia monseñor Nouel, Bonao, acompañado, entre otros, por el señor Héctor Rodríguez Pimentel, director del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, cargo que, según la ley, no tiene calidad profesional para ocupar. (Ironías de la vida, mientras Rodríguez Pimentel atendía al movimiento Leonel en Primera Vuelta, con el Presidente a su lado, Bonao se inundaba provocando muertes y desapariciones). Debió estar atendiendo las presas para que no se desbordaran.
Y mientras el Presidente se ocupaba de la reelección en Monseñor Nouel, en la provincia Santo Domingo hacía algo similar el vicepresidente Rafael Alburquerque, de acuerdo con las informaciones que suministró el Partido de la Liberación Dominicana.
Los funcionarios de la Defensa Civil y la Oficina Nacional de Meteorología emitieron una que otra información de la tormenta, pero sin tomar las medidas que demandaban las circunstancias, para ahora culpar a la población de no abandonar las zonas afectadas.
Excusas imperdonables como la de que; “el problema fue que llegó domingo y el Señor creó el mundo en seis días y descansó el séptimo”; el problema fue que llegó en un día de fiesta en vez de un día de semana”; “Noel llegó demasiado rápido”; “los fines de semana no se trabaja”; “los fines de semana yo me voy para mi casa en la Romana”, “un empleado me llamó y me habló de las inundaciones”.
En cualquier otro país, el Presidente hubiera cancelado por incompetentes a los funcionarios que no cumplieron con sus responsabilidades. Pero para hacer eso hay que tener calidad, algo que perdió el presidente en Bonao cuando juramentaba a un grupo de supuestos reformistas adquiridos en subasta por Rodríguez Pimentel.
El profesor de periodismo, mi buen amigo Bonaparte Gautreaux Piñeyro en su artículo del pasado jueves en el periódico Hoy, recuerda cuando “se le dijo a Elpidio Báez que dijera que el huracán Georges no nos afectaría”. (Georges provocó más de 283 muertos según el gobierno de entonces, que también presidía Leonel Fernández)
“Este año, otra vez, dice Kabito, el allante, el aguaje, el tigueraje y la mala costumbre de ofrecer y no cumplir, mentir por hábito, actuar sin que importen los intereses nacionales mediante la práctica del maldito juego a la desmemoria, el gobierno no avisó al país que la depresión tropical Noel se había convertido en tormenta tropical”. ¡Es verdad! Otra vez, como en 1998, cuando “el maremoto” y Georges, el gobierno de Fernández no se ocupó de la gente.
La historia se repite. Pero con una diferencia: ahora estamos en plena campaña.
La tragedia pudo ser menor si las autoridades se hubieran ocupado de advertir a la población con tiempo suficiente, si hubieran evacuado a tiempo, si las brigadas de socorristas hubieran estado preparadas y ubicadas debidamente. Nada se hizo.
La tragedia se hizo mayor por la inoperancia y la incompetencia oficial, y el gobierno pretende revertirla a su favor llamando a la solidaridad, a la unidad y hasta pidiendo una tregua política, que es una trampa.
El gobierno, valiéndose de sus bocinas y de sus sacerdotes, quiere sacar del escenario a los candidatos de la oposición.
El Presidente y sus voceros llaman a la tregua a “no politizar” la tragedia; pero quienes le están dando un carácter político-reeleccionista son ellos, con discursos, planchas de zinc, fundas de cemento, funditas de alimentos, “a nombre del presidente Leonel Fernández, con sus consignas de bienestar y progreso, su “e’ pa lante que vamos”….
Si algo ha demostrado Noel, es el nivel de desigualdad social existente en el país, la pobreza y la marginalidad, es que el crecimiento económico del que habla el gobierno con tanta insistencia, sólo se refleja en las 20 familias dueñas del país y en sus socios de la política y la religión.
Y algo más: Noel puso de manifiesto la insensibilidad y la falta de vocación de servicio de quienes dirigen los destinos del país. Para ellos los pobres sólo son importantes el 16 de mayo, día de las elecciones.