Nació en San Juan de la Maguana en 1941, pero su vida personal y profesional la realizó en Santo Domingo. Ha sido esencialmente docente universitario, investigador, funcionario público y judicial.
Todo empezó en Francia. Durante los climas templados de París que años antes estaban cubiertos de barricadas y la juventud en efervescencia, le brindaron el escenario y el tiempo justo para descubrir a las ciencias criminológicas. Su estancia prolongada –unos nueve (9) años– en la ciudad francesa de centro-oeste de Poitiers (Vienne) fue donde pasó muchos años en la biblioteca que al final dejaron sus frutos, además de ofrecer sus servicios como docente-lector de español y encargado en el Centro de Investigaciones Latinoamericana-Luso-Portuguesa.
El destino a favor de la criminología había obrado en su vida, pero su debut en territorio francés no hizo más que enrumbar su ejercicio de abogado.
Todo había empezado con una carta que le enviara al mismo Charles de Gaulle, para obtener una beca en la heroica Francia de los años de gloria del estructuralismo europeo. Eran los años de 1968; el Odeón había sido el último bastión del gaullismo.
Graduado de doctor en Derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en 1964, tuvo como maestros a los clásicos fundadores del derecho penal dominicano, sobresaliendo desde muy temprano por su actitud de gran estudioso. La figura de don Constancio Bernaldo de Quirós quien llegó a nuestras tierras americanas en 1939, justamente, fue quien le despertó su interés por la criminología, al conocer de sus trabajos en el 1959 (año del triunfo de la Revolución cubana), algunos de los cuales fueron publicados en suelo dominicano.
Hacia 1982 empieza nuestro autor a publicar sus primeros ensayos en el área de la criminología, con el mayor arraigo de los sociólogos-criminólogos que siguieron del pensamiento de Enrico Ferri (1851-1934), Jacques Leauté y Jean Pinatel, hace más de dos centurias. En ello contribuyó su estudio de postgrado en ciencias sociales, realizado en el país, cuando el clímax de los conocimientos ganados en Francia le suspiran probarse a sí mismo en el terreno de la investigación.
Así devino su primer libro, Introducción al Estudio de la Criminología, y así principiaba, también, su labor de difusor de la criminología dominicana, al mismo tiempo que renovaba el tremendo esfuerzo de estudio hecho en el Poitiers que marcó su formación ulterior.
Esta labor de impulsador de la criminología –ciencia nueva de la que apenas un puñado de amigos, estaban dispuestos a aguzar el oído– se extendería hasta el año de 1986, con la publicación de Nuevos Ensayos Criminológicos. Entre 1990 y 2001, se dedicaría exclusivamente a las publicaciones de libros de textos en el ámbito del derecho penal, derecho penal especial y procesal penal, fruto de una afanosa tarea de docente que comenzó en 1974 y cada vez se fue trabando en su vida profesional, alcanzando su máxima intensidad en los años de 1988.
La experiencia de las aulas le reafirmó su compromiso con la ciencia criminológica y otras traídas por un doctorado en el área del derecho de la infancia. Fue profesor de derecho penitenciario, de derecho penal especial, de criminología, en las universidades Autónoma de Santo Domingo, O&M, Unibe, Eugenio María de Hostos, y en toda y cada una de ellas el asunto remitía al vocablo crimen.
Desde 1994 sus obras retornan definitivamente al tema de la criminología. Ese mismo año aparece su Delincuencia Juvenil o Justicia de Menores en Circunstancias Difíciles, tesis de grado titulada originalmente «Observación de Menores» que trata de los estamentos de la delincuencia juvenil en nuestro país, fundamentalmente por su estudio sobre las bandas de jóvenes delincuentes; luego vendría el importante estudio titulado Criminología de Niños, Niñas y Adolescentes (2001), permitiendo un estatuto teórico necesario al nuevo Código del Menor, además de explicar el asunto de los menores desde el niño en el embrión hasta su posterior desarrollo socio-familiar y socio-económico. Un aula en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo lleva su nombre, como un reconocimiento a sus ingentes esfuerzos de educador universitario. La sociedad está en deuda de reconocerlo como unos de los primeros criminólogos dominicanos.