KARACHI, Pakistán, nov (IPS) – El pakistaní Adil Najam, especialista en política internacional de la estadounidense Universidad de Boston, sostiene que la situación interna de su país es difícil de entender, aunque en realidad no hay motivos para que así sea.
IPS ubicó a Najam en El Cairo para conversar acerca del estado de emergencia decretado el 3 de este mes por el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf.
La medida fue instaurada cuando la Corte Suprema de Justicia se aprestaba a fallar sobre la constitucionalidad o no de la presentación de la candidatura de Musharraf sin dejar de ejercer el mando del ejército. Este general fue reelecto en 2002 por los parlamentos nacional y provinciales.
Según observadores, el gobernante supo que la Corte dictaría un fallo contra su candidatura y para evitarlo dispuso el estado de emergencia con la excusa de que pretendía reprimir el extremismo religioso, como aseguró en cadena de televisión.
Najam es codirector del Proyecto de Desarrollo Humano del Pardee Centre for the Study of the Longer Range Future, de la alta casa de estudios de Boston y antes dio clases en la Facultad Fletcher de Derecho y Diplomacia, de la Universidad de Tufts, y en el Instituto de Tecnología de Massachussetts.
Además ha realizado numerosas investigaciones acerca de las perspectivas de largo plazo de ciertas problemáticas, en especial vinculadas al desarrollo humano sustentable y a negociaciones vinculadas al cambio climático.
–IPS: Por su condición de profesor de política internacional y por ser pakistaní le deben llover preguntas acerca del estado de emergencia vigente en su país.
–Najam: La política pakistaní es demasiado compleja, sin razones para ello, incluso para nosotros los pakistaníes. Para los extranjeros es a veces casi incomprensible. El peligro es que eso puede llevar a hacer suposiciones simplistas.
El estado de emergencia desconcertó a los estadounidenses, en general, y a los estudiantes de ese país, al igual que, o quizá incluso más, que a los pakistaníes.
En los primeros días, muchas personas llegaron a justificar las explicaciones de Musharraf sobre esa decisión. Pero uno se sigue haciendo preguntas acerca de ¿qué implica esto, dado que Pakistán posee la bomba atómica o teniendo en cuenta la guerra contra el terrorismo?
Yo suelo responder que esas no son las preguntas correctas. En cierta forma, son las que Musharraf quiere que nos hagamos para que concluyamos que, pese a que sus acciones pueden estar equivocadas y que él puede ser el "malo", de alguna manera nadie va a ser peor que él.
El estado de emergencia se trata de mantener el control del poder y no tiene nada que ver con el programa nuclear ni con la guerra contra el terrorismo. Eso sólo sirve como distracción de lo realmente importa que es la democracia.
El verdadero asunto que hay preguntarse es si Estados Unidos puede seguir siendo tan hipócrita y abogar por la democracia en todas partes y seguir trabajar junto a fuerzas antidemocráticas del mundo islámico una y otra vez.
–¿Es difícil defender a Pakistán y al mismo tiempo mencionar el fracaso del hombre que lo conduce?
–De hecho, yo vengo sosteniendo que este es un momento de gran orgullo para los pakistaníes.
¿Cómo no estar orgulloso de tu pueblo si ciudadanos comunes salen a la calle dispuestos a ser golpeados y detenidos? Los que se oponen a Musharraf en Pakistán no son los partidos religiosos ni los extremistas, sino estudiantes, periodistas y abogados, es decir las fuerzas más liberales y laicas del país.
Son tiempos de democracia para Pakistán. Aun si no logramos instaurarla probamos una vez más que Pakistán es una sociedad democrática encerrada en un Estado no democrático.
Mi argumento ha sido, y es, que este no es un fracaso de los pakistaníes, sino la proclama de su éxito. La causa de que la dictadura militar se vea obligada a instaurar medidas de fuerza aun más draconianas es simplemente que las fuerzas democráticas no están dispuestas a ser doblegadas.
¿Cómo uno no va a estar orgulloso? El fracaso no es de Pakistán, sino del general Musharraf. Él escribió su propia acusación en su discurso de "emergencia".
–¿Cuál fue la reacción de los pakistaníes que viven en Estados Unidos?
–Los pakistaníes en el extranjero dieron muestras alentadoras de solidaridad, en especial los estudiantes. Uno escucha que hay manifestaciones y vigilias en todas partes, desde Hong Kong a Londres y también en Nueva York y en Boston.
Hay una sensación palpable entre los pakistaníes de que este es un momento decisivo en la historia del país y de que no pueden simplemente quedarse callados. Urge, al menos, denunciar la situación.
–¿Cómo compara estas movilizaciones de estudiantes, las locales y las del extranjero, con las de anteriores regímenes con ley marcial?
–Creo que hay diferencias. Esta vez hay menos desaliento porque ven determinación y esperanza dentro de Pakistán. Las ven en la prensa, en la justicia y la comunidad legal y en los estudiantes del país.
Por desgracia, salvo quizá Imran Khan –líder del partido Tehreek-e-Insaaf (Movimiento por la Justicia–), no ven esperanza en los políticos.
Pero esta vez, la gente no está dispuesta a conformarse y decir "son todos malos, quedémonos con este tipo". Ahora piensan que, incluso si los otros son peores, tienen intereses creados, son corruptos e incompetentes, en última instancia es mejor un gobierno del pueblo que uno sobre el pueblo.
La prensa nueva e Internet también permitieron a la población expresarse y, sin importar que alguien los escuche, sienten que al menos pueden denunciar lo que pasa.
Mira los blogs de los pakistaníes y las discusiones que se dan allí. Son expresiones con el formato electrónico. Su contenido es indicador en sí mismo del deseo escrito de los pakistaníes de contar con una democracia verdadera. Todo eso es lo diferente y lo que hace al discurso actual tan apasionante y positivo.
–Cada vez se observa más que los que participan en las manifestaciones pacíficas de los predios universitarios pertenecen a las élites estudiantiles de instituciones privadas, en oposición a los jóvenes de otras clases sociales. Llama la atención que los de derecha están inactivos. ¿Qué opina usted?
–Eso es exactamente lo que yo sostengo. Mire las fotografías de las manifestaciones y vea quienes están allí, son abogados, estudiantes, periodistas, profesionales liberales, gente que se supone son votantes de Musharraf.
Ahora mire bien quien no está allí. Sin ser Imran Khan, los dirigentes políticos no participan, salvo raras declaraciones que, con franqueza, no son del todo creíbles. Los políticos no participan, de ningún partido, es así.
Las millones de personas que fueron a recibir a la (ex primera ministra) Benazir Bhutto (en octubre) por alguna razón no se han movilizado. Lo mismo sucede con Muttahida Majlis-e-Amal (una poderosa coalición de partidos islamistas que gobierna la Provincia de la Frontera Noroccidental).
También es importante mencionar que los extremistas, los que se supone llevaron a la situación actual tampoco están protestando por las medidas de emergencia.
La multitud de Lal Masjid (Mezquita Roja ocupada en julio por partidarios de Al Qaeda y del movimiento islamista Talibán que Musharraf reprimió con un saldo de 100 personas muertas) tampoco participa. Y los que han asesinado a otros pakistaníes sin motivos verdaderos no consideran que la democracia sea una causa suficiente para manifestar.
–¿Cuál es el aporte de la plétora de blogs que se han generado?
–Los blogs son una forma de expresión que encuentra la gente. Recuerdo que cuando el presidente del tribunal supremo fue suspendido (en marzo) hubo una repentina actividad en ellos y no sólo en el mío (pakistaniat.com), sino que aparecieron nuevos.
Lo mismo sucede ahora, pero a un nivel mucho mayor.
Las visitas y los comentarios aumentaron de forma exponencial. Las ganas detrás de los blogs y las declaraciones que hay en ellos son exactamente las mismas que llevan a la gente a las manifestaciones. Son las ganas de no quedarse callado y dejar que la historia se escriba sola. Es el impulso de decir algo, de ser escuchado, de ser tomado en cuenta. (FIN/2007).