Las camisas de Luis XIV debían pasar por un complicado proceso de remojo y hervido en diferentes soluciones con fragancias florales y aceites olorosos, todo lo cual llevaba varios días. El propio Rey hacía, en ocasiones, que en algunas fuentes de su palacio el agua fuera sustituida por perfumes.
La barca en la que se encontraban una vez Marco Antonio y Cleopatra tenía sus velas untadas con un hechizador aroma; eso hizo perder la cabeza al guerrero romano.
En la Venecia del Renacimiento, las señoras ricas tenían propios perfumeros que creaban esencias exclusivas para ellas y que pasaban como herencia de generación en generación de mujeres de la misma familia.
Los griegos no sólo usaban los perfumes para oler mejor, sino también para curar trastornos nerviosos, para proteger del mal de ojo y para rendirles tributos a sus diosas particulares.
Una de las causas del descubrimiento de América fue el hecho de que los europeos necesitaban encontrar un nuevo camino para buscar perfumes del Oriente con los cuales controlar el mal olor, ya que el baño diario no era una costumbre común.