Recordé que antes de los actos formales Quiterio me invitó junto a dos jóvenes periodistas femeninas a una copa de vino en el bar Las Palmas, y que más adelante, en la infructuosa búsqueda de los aguacates le acepté una pequeña a un compatriota maeño en un colmadón de Honduras. Y que ya de nuevo en el sancocho me tomé otras dos pequeñas a "pico e botella", mientras escuchaba las enjundiosas teorías de Quiterio y El Bacho sobre el impacto del sancocho en el desarrollo turístico nacional.
Considerando que no había comido al mediodía para hacer espacio al sancocho y como el "mal comío no piensa", sobre todo si lo combina con unos tragos extemporáneos, justifiqué los baches que me creaba la crónica de Elsa Peña.
Pero seguía sin explicación sobre algunos detalles importantes ¿En que momento fue que presenté la propuesta de "institucionalizar el sancocho de Adompretur como la fiesta anual de navidad de la Asociación".
Tampoco recordaba el desorden protagonizado por Andrés Lora, una persona tan comedida y por demás un consagrado profesional del protocolo. Me resultaba todavía más difícil ignorar el soberano desorden protagonizado por David La Hoz, todo un gentleman, casi siempre circunspecto pero muy gentil, a quien me resulta difícil asociar a un comportamiento desmedido.
Lo de Ezio Valentino tampoco lo recordaba, pero conociéndolo como lo conozco,.el "gran showman de Adompretur, no tendría ningún problema para aceptar una más de sus extravagancias.
En sentido general me asaltaban las dudas, pero por suerte, ahí estaba Elsa Peña tomando nota de cada detalle para recordarnos a todos aquel pasaje memorable del poema de Alberto Cortez: "El vino puede sacar cosas que el hombre se calla, que deberían salir cuando el hombre bebe agua…"
Antes de terminar la lectura de la crónica de Elsa ya había decidido aceptar, como efectivamente lo hago, la responsabilidad de mi propuesta sobre el sancocho de Adompretur como fiesta anual de navidad. La formalizaré en mi sano juicio en la próxima reunión de Adompretur. También había comenzado a pensar en una buena versión de relaciones públicas para explicar el comportamiento tan alegremente díscolo de todos los presentes en el sancocho.
Sin embargo, la propia Elsa se encargó de liberarme de todas las incertidumbres que me había provocado su versión sobre el sancocho de Adompretur, y que con gran acierto Arelis Peña Brito había señalado en su comentario como una crónica que no tenía ningún desperdicio. Al final de su nota Elsa confesaba que no había participado en el sancocho, porque se encontraba cogiendo frío de verdad en Miami, y que todos los detalles ofrecidos por ella eran fruto de su fecunda y traviesa imaginación. Barbaraza, Elsa, cualquiera te demanda.