La vida de una esmeralda es algo más que lucir el cuello o las orejas de muchas 'celebrities'. Su vida comienza en el corazón de alguna mina en la región de Minas Gerais, al norte de Río de Janeiro, donde el estruendo de las taladradoras llena de sonidos los pasadizos y donde los trabajadores se concentran para extraer de la roca unos pedazos seleccionados de su piedra.
El trabajo, milimétrico, lento y ancestral, viene dictado por un equipo liderado por Roberto Stern, hijo del fundador y director creativo, que empezó en el negocio familiar en los años 80 y ahora continúa la labor iniciada por su padre, Hans Stern. Este emigrante alemán, que llegó a Río de Janeiro en 1939, falleció el pasado octubre.
La técnica se ha mantenido inalterable desde hace 400 años. Luces, lupas y tornos obligan a los artesanos a inclinarse hacia la pieza para seguir fielmente las directrices del dibujo. La escena se asemeja a la de una curiosa biblioteca. Por sus manos pasan hasta 970 diseños al año.
La sede es la cuarta atracción turística más visitada de Río de Janeiro.