Hasta el siglo XIX perduró este sistema de obtención del hielo que se transportaba desde el norte de Europa a los países meridionales; el hielo se resguardaba del calor en envases con recubrimiento de serrín o paja para mejorar el aislamiento.
Avanzado el siglo, se dan los primeros pasos en la fabricación artificial de hielo. En 1834, Jacob Perkins patentó la utilización del éter como fluido refrigerante, pero fue incapaz de perfeccionar la máquina de fabricar hielo. El proceso era tan costoso que era más económico transportar hielo de Noruega que fabricarlo artificialmente.
En 1844, John Gorrie construyó una máquina capaz de comprimir el aire que al expandirse enfriaba la superficie de contacto. Gorrie pretendía mejorar las condiciones de vida de los enfermos de malaria en el hospital de Florida donde trabajaba suministrando aire refrigerado a las habitaciones de los enfermos. Pero este sistema le convirtió en objeto de burlas por parte de la prensa.
Mientras, el escocés James Harrison, el norteamericano Alexander C. Twinning y el francés Ferdinand Carré trabajan en la invención de máquinas para la fermentación de la cerveza y la refrigeración de la carne.
A partir de 1871, Karl von Linde utiliza éter metílico y amoniaco como refrigerantes para neveras de uso doméstico y que se vendían conjuntamente en Estados Unidos y Alemania hasta 1892.
La primera nevera eléctrica fue puesta a la venta en 1913 en Chicago por "Domestic Electric Refrigerator", pero la nevera realmente popular fue la Kelvinator de 1918. En Europa, la primera nevera la comercializó Electrolux, que empezó con la fabricación en serie a partir de 1931.