Estos esqueletos se encuentran a 200 kilómetros al suroeste de El Cairo, en la depresión de Wadi Rayan (provincia de Al Fayum), que es uno de los conjuntos más ricos del mundo en fósiles marinos: todo tipo de conchas, caracolas, erizos y estrellas de mar, cangrejos, tortugas y dientes de tiburón.
Los fósiles han sobrevivido casi intactos gracias al extraordinario poder conservador de la arena, la misma que ha permitido también la recuperación de numerosos templos faraónicos sencillamente sepultados entre las dunas durante siglos.
El llamado Valle de las Ballenas, o Wadi al Hitan en árabe, es sólo una esquina de los 1.759 kilómetros cuadrados que ocupa Wadi Rayan, pero la existencia de estos esqueletos fósiles y su paisaje único hicieron que en 2005 la UNESCO lo declarase Patrimonio Natural de la Humanidad.
Hace solo cuatro años, recorrer el valle con todoterrenos era diversión frecuente en los fines de semana entre la comunidad de expatriados en Egipto, y en más de una ocasión ha habido quien se ha llevado cual trofeo de caza una vértebra fósil de ballena para decorar su salón.
Pero desde la inclusión del valle en el listado de la UNESCO, las autoridades egipcias cerraron todos los accesos con hileras de piedras, impusieron una tarifa de acceso y crearon una unidad de 28 guardias equipados con "jeeps" encargados de recorrer sus confines en busca de infractores.
Junto a esto, construyeron una pista de arena a la que se accede desde el asfalto y que es transitable para cualquier tipo de vehículo, para poder entrar en el valle sólo desde un trazado bien delimitado. Los egipcios, generalmente temerosos del desierto, pueden acercarse ahora a hacer pic-nic en una sencilla excursión de un día.
Un paisaje estremecedor
El desierto y los fósiles, conservados durante milenios en el secreto que garantiza la arena, se han convertido en una atracción turística más de Egipto, si bien dista mucho de tener la popularidad de las ruinas faraónicas o de los corales del Mar Rojo.
Y eso que el paisaje del Valle de las Ballenas es sobrecogedor: surgidos como hongos de entre la arena, montículos de formas caprichosas se elevan contra un cielo libre de nubes. El viento, que ha modelado el desierto y creado las dunas, ha dibujado extrañas cavidades en las rocas del valle.