Generalmente los tecnófobos rechazan las tecnologías más modernas. También suelen justificar su forma de actuar y pensar en el hecho de que la dependencia a las tecnologías modernas puede ser perjudicial para el hombre tanto desde el punto de vista emocional como el físico.
En primer lugar, se puede hablar de dos grados principales de tecnofobia o de dos formas en las que se presenta este mal: por un lado, el miedo al cambio: las empresas no quieren dejar de hacer lo que ya saben con las herramientas que ya conocen, ¿para qué cambiar, si hasta ahora todo funciona bien?
Por otro lado, el miedo a la inversión, tanto en formación: las empresas destinan a la formación de sus empleados un porcentaje muy bajo de sus presupuestos, ¿para qué perder el tiempo en cursos si lo importante es que no pare la producción?; cómo en tecnología: ¿quién les asegura que implantar una aplicación desconocida de nombre impronunciable les va a hacer ganar más dinero?
ANALFABETISMO TECNOLÓGICO:
El analfabetismo tecnológico se divide en dos grandes grupos:
• El pleno o absoluto: aquel que carece de cualquier tipo de conocimiento en el manejo de computadoras o dispositivos similares.
• El relativo o funcional: aquel que posee los conocimientos básicos, o bien, aquel que ha perdido con el tiempo los conocimientos o no se ha actualizado convenientemente
SÍNTOMAS Y DIAGNÓSTICO:
La resistencia al cambio, la escasa formación y el problema de no saber cómo medir el retorno de la inversión (ROI) suelen producir jaquecas y migrañas a aquellos responsables poco dados a la tecnología.
Las nauseas ante el miedo de implantar procesos nuevos es otro síntoma que hay que tener en cuenta y estudiar. También se observan retortijones en los gerentes de compañías que deben enfrentarse a las implantaciones de software o productos informáticos y a la inversión en formación.
Finalmente, los nervios y el stress que provoca el estar pendiente del retorno de la inversión en la tecnología es otro de esas señales que nos avisan de encontrarnos ante un directivo tecnofóbico.
Todos estos síntomas, asociados a los momentos comentados, muestran un claro diagnóstico: tecnofobia. Es fácil de detectar en conversaciones con los afectados mediante frases como: los largos procesos de implantación no compensan la inversión, otra vez tenemos que gastar el dinero en cambiar de ordenadores, ahora debemos planificar los cursos de formación a usuarios, técnicos y programadores y nos va a salir por un ojo de la cara…
Si se realiza un diagnóstico precoz, seremos capaces de encontrar una rápida solución y ante todo de prescribir un tratamiento adecuado y rápido. Aunque hay que comentar que no en todos los sectores y en todas las empresas la enfermedad afecta de igual forma.
TRATAMIENTO:
En algunos casos sólo será necesario un cambio generacional o de mentalidad. Un ejemplo en el que se ve claramente es con la incorporación de las nuevas tecnologías en la comercialización, especialmente para el seguimiento de clientes o para planificar nuevas acciones. Hay algunos responsables que piensan que con una agenda en papel se puede hacer, pero no se dan cuenta de la pérdida de ese conocimiento de los clientes cuando se produzca el relevo generacional.
Las pequeñas y medianas empresas siguen viendo la inversión en tecnología como un gasto y no ven claramente la rentabilidad. Evidentemente hay que distinguir los niveles de facturación de cada negocio y su ubicación geográfica. El mismo tipo de empresa en un entorno rural no tiene la misma necesidad y urgencia de tecnificación que si estuviera situada en un medio urbano.
Sin embargo, aún en las pequeñas localidades se aceptan las herramientas que ayuden en las tareas administrativas o las que faciliten la comunicación. Por ejemplo, en aquellos negocios como puede ser el turismo rural por la necesidad de estar visibles a más clientes o conectados con las centrales de reserva, facilita la entrada de Internet.