Esa estrategia, que forma parte de las relaciones comerciales, puede que también sea la forma en que nos relacionamos con las personas que tenemos a nuestro alrededor, nuestros familiares, amigos o parejas.
Muchas veces, el miedo al rechazo o a no recibir la atención que esperamos hace que no nos mostremos completamente honestos con las otras personas. Así, especulamos con que la respuesta no será la esperada, y, para garantizarnos recibir lo que esperamos, sólo dejamos ver la parte que creemos que nos conviene.
Usamos la misma estrategia de los especialistas en marketing: dejamos ver la mejor parte de nosotros y generamos el deseo para finalmente obtener un sí de aprobación.
Y ésta no deja de ser una brillante estrategia de ventas. Pero cuando se refiere a las relaciones humanas, con este proceso no se alcanza la satisfacción, ya que ésta sólo se logra al entregarnos honestamente. Incluso cuando vamos a mostrar nuevas debilidades.
Animémonos a entregar por completo a alguna de nuestras relaciones. Digámosle a esa persona todo lo que sentimos, abracémosle con todo nuestro corazón y mostrémosle nuestra tristeza y debilidades, y si es necesario, pidámosle ayuda. Una actitud como esta nos permitirá alcanzar, de verdad, aquello que tratábamos de negociar sin poder lograrlo; sentirnos querido y que tenemos capacidad de amar sin ser heridos.
Una señora dio el siguiente testimonio: "Hace años di ese paso con mi marido, mis padres y hermanos. Lo primero que sucedió fue que me invadió el pánico. Mi ego estaba amenazado de muerte. Pero la apertura que pude tener ese día con mis seres queridos me permitió experimentar el amor más auténtico que nunca antes había sentido. De ambas partes. Y especialmente cuando pude mostrar mis debilidades".