Madre o mamá es un vocablo que evoca los más nobles conceptos de amor desinteresado, de sublime espíritu y capacidad de sacrificio, de defensa heroica de la vida, especialmente la de sus hijos.
Y ese sentido de amor, de capacidad de sacrificarse por la prole, de defensa de la vida de ésta inclusive poniendo en peligro la propia, se manifiesta profundamente arraigado en los otros seres animales; desde los más domésticos como son las aves -recordemos las gallinas, las vacas, etc.-, hasta las más feroces como las leonas, las osas, etc., que se enfrentan a los machos de su especie o los predadores para defender a sus cachorros.
Paradójicamente, a medida que ascendemos en la escala evolutiva nos encontramos que la hembra humana, la más desarrollada, dotada de inteligencia, razón y voluntad, reniega de esa ley de la naturaleza indispensable para conservar el don de la vida en toda sus manifestaciones y exige normas que la protejan de castigo por suprimir criminalmente la vida de seres indefensos, que no han podido por su circunstancia ontológica y biológica cometer ninguna ofensa ni daño a quien lo condena a muerte. Consciente, voluntaria y arbitrariamente aniquilan a quien sólo respondió a una ley fisiológica, biológica, e inició su vida como ser distinto de sus progenitores, dotado de una dignidad incondicional y absoluta como la de éstos.
Encontramos también que grupos de gentes que se expresan a veces violentamente en defensa del sacrificio de animales, contra las acciones humanas que ponen en peligro de extinción especies de animales, contra la destrucción de ecosistemas, etc., pero con la misma violencia y tozudez proclaman la necesidad de permitir a la mujer condenar a muerte a su hijo y ejecutar la sentencia sin que las leyes positivas puedan defender la vida de la persona humana que se desarrolla por ley natural en su vientre.
¿Será acaso el momento de empezar a enseñar a nuestros descendientes que la imagen de amor y sacrificio que evoca la palabra madre o mamá tiene hoy en día una connotación diferente, contraria en todo sentido a lo que aprendimos de nuestras madres y abuelas?
¿Tendremos que inculcarles que cuando les toque elegir compañera para fundar una familia deben, por el futuro de sus hijos, convencerse de si la elegida es de las que conservan sin menoscabo el sentido sublime de la maternidad o si, por el contrario, pertenece a las que sacrifican la existencia del hijo para satisfacer sus criterios egoístas?
Muchas de estas damas se rasgan las vestiduras, y con razón, porque se vende pólvora que daña a los niños, pero, ¡oh paradoja! con más furia vociferan para que se les permita legalmente matar a sus propios hijos.
"Bueno es conservar la vida, hacer prosperar la vida, llevar la vida capaz de perfeccionarse a su más alto valor. Malo es: destruir la vida, dañar la vida, inhibir la vida capaz de perfección", escribió Schweitzer. Y "la vida capaz de perfeccionarse» es, sin duda, la de la persona humana, la del hombre".