Pero, quizás, lo que más desean todas las madres del mundo son las peticiones plasmadas en esta carta. No sé quien la escribió, llegó a mis manos por casualidad, no está firmada por nadie, pero me parece tan linda que quiero compartirla y llamar a reflexión a todos los hijos e hijas del universo.
Querido hijo (a):
El día que esté vieja y ya no sea la misma, ten paciencia y compréndeme. Cuando derrame comida sobre mi ropa y olvide como atarme mis zapatos, recuerda las horas que pasé enseñándote lo mismo.
Si cuando conversas conmigo, repito las mismas palabras que sabes de sobra como terminan, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño (a) tuve que contarme miles de veces el mismo cuento, hasta que cerrabas tus ojitos.
Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y comprende que no tengo culpa de ello, pues ya no puedo controlarme. Piensa cuantas veces te ayudé con paciencia, esperando a tu lado a que terminaras lo que estabas haciendo.
No me reproches porque no quiera bañarme; no regañes por ello. Recuerda los momentos en que te perseguí y los mil pretextos que tenía que inventar para hacerte más agradable el momento del aseo. Acéptame y perdóname, porque ahora la niña soy yo.
Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las nuevas tecnologías que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona. Acuérdate que fui yo quien te enseñó tantas cosas: comer, vestirte y tu educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces….todo lo que sabes hoy es producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti.
Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuánto pudo y cuánto no debo. También comprende que con el tiempo ya no tengo dientes para morder.
Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame tu mano tierna para apoyarme; como lo hice o cuando comenzaste a caminar.
Por último, no te sientas triste o impotente por verme como me ves. Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir. De la misma manera como te he acompañado en tu sendero, te ruego que me acompañes al terminar el mío.
Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisa con el inmenso amor que tengo por ti.
Tu madre.