Este hito histórico se retransmitió a todo el planeta desde las instalaciones del Observatorio Parkes (Australia). Inicialmente el paseo lunar iba a ser retransmitido a partir de la señal que llegase a la estación de seguimiento de Goldstone (California, Estados Unidos), perteneciente a la Red del Espacio Profundo, pero ante la mala recepción de la señal se optó por utilizar la de la estación Honeysuckle Creek, cercana a Canberra (Australia).
Pero esta hazaña épica de los tres intrépidos astronautas constituyó para muchos filólogos y curiosos del idioma castellano una aventura cultural, al considerar que tenían que enfrascarse en la "misión" de buscar un término adecuado para designar la acción de posarse sobre la superficie de la Luna.
Muchos exploradores del idioma alegaron que era incorrecto decir "aterrizar", porque este término viene de tierra y los navegantes espaciales descendieron sobre la Luna. Lo demás fue bastante fácil: una simple proporción aritmética. Tierra es a aterrizar como Luna es a esquís. De donde esquís es igual a alunizar.
Ante esta situación, la Real Academia de la Lengua Española, con un celeridad insólita, incorporó ambos vocablos al diccionario oficial (Suplemento de la edición 19, 1970).
Pero otros estudiosos de la lengua consideraron que la Academia se precipitó demasiado al eliminar prima facie el verbo aterrizar para designar el contacto de una astronave con la superficie selénica. El mismo DRAE define aterrizar como establecer contacto con el suelo un avión. Y suelo, en sentido amplio, es también la superficie lunar. Por eso, se concluye que no constituye un disparate afirmar que una astronave aterrizó en la Luna.
Pero, en fin, ahí está alunizar, para felicidad de todos. Ahora bien, nos preguntamos ¿cuáles serán los otros líos lingüísticos que surgirán? Porque los inexorables progresos de de la moderna tecnología aeroespacial, permiten que las aeronaves terrestres se posen en las superficies de Mercurio, Marte, Venus, Júpiter, Urano, Neptuno y Plutón….