"Sueño con que mis cuatro hijos vivan un día en un país donde no se les juzgue por el color de su piel", dijo hace 45 años Martin Luther King en un EEUU muy distinto, en el que la posibilidad de que un negro llegara a la Casa Blanca parecía imposible de alcanzar.
Durante los largos meses de campaña, los mítines de Obama fueron un espectáculo sobrecogedor de hombres y mujeres de color, que sufrieron la dureza de la segregación racial con rabia e impotencia, y que coincidían a la hora de señalar el orgullo que les producía el ver a uno de ellos en la carrera a la Casa Blanca.
Obama, a quien algunos bautizaron como "la gran esperanza blanca", encarna el sueño de reconciliación en un país con profundas divisiones raciales.