El equipo estudió a un total de 317 niños tartamudos, de entre 8 y 12 años. Los 69 niños bilingües se compararon con un grupo control de bilingües fluidos.
También se observó que de los 38 niños bilingües que usaban un idioma distinto del inglés en el hogar, 36 tartamudeaban en ambos idiomas. Dos de los 38 niños tartamudeaban en el idioma nativo, pero no lo hacían al hablar en inglés.
La cantidad de niños que usaba su idioma alternativo exclusivamente en el hogar, que aprendió inglés en la escuela y que tartamudeó, era menor que los niños que usaban ambos idiomas en el hogar (un 40 por ciento frente a un 60 por ciento, respectivamente).
En cambio, el grupo control bilingüe fluido era más propenso a hablar el idioma alternativo exclusivamente en el hogar (un 74 por ciento contra un 26 por ciento, respectivamente).
La diferencia entre tartamudos bilingües y bilingües fluidos, que sólo hablaban su idioma original en los años preescolares, era estadísticamente significativa.
La tasa de recuperación para los niños que hablaban ambos idiomas en el hogar antes de comenzar la escuela era de un 25 por ciento, comparado con el 55 por ciento en los hablantes de la lengua alternativa exclusivamente y los monolingües.
De todos modos, el equipo halló también que el tartamudeo no afectaba el rendimiento escolar temprano.
"Juntos, estos hallazgos sugieren que si un niño usa en el hogar un lenguaje distinto del inglés, postergar el lapso de aprendizaje del inglés reduce la posibilidad de que comience a tartamudear y aumenta la probabilidad de recuperación más adelante en la niñez", explicó.