Los abuelos solían recordar algunas cosas que estaban prohibidas para el viernes Santo: "Si tumbas frutas, sangrarán los árboles, "Si comes carne, estarás comiendo a Cristo" ó "Si antes de salir el sol al amanecer del viernes hablas con alguien, te convertirás en animal".
Cada día son menos los que recuerdas estas frases de los padres y abuelos y la Semana Santa, más que época de reflexión, de paz, de meditación de recordar la muerte del hijo de Dios, se ha convertido en época de fiestas, viajes, alcohol, playas, ríos, delincuencia y sexo.
Es lamentable que tan solo en República Dominicana el centro de Operaciones de Emergencias tenga de disponer de 40 mil brigadistas para velar por el orden y el buen comportamiento de muchos, para poder preservar y cuidar la vida de algunos otros.
aplaudimos por el contrario la desición de algunos de tomarse estos días para meditar sobre el sacrificio del hijo de Dios, quien desde donde está espera que su muerte no haya sido en bano y su sacrificio no muera en nuestra memoria.
La pasión y muerte de Jesús
Jesús fue azotado, lo vistieron con un manto rojo, le pusieron en la cabeza una corona de espinas y una caña en su mano derecha. Los soldados romanos se burlaban de él diciendo: "Salud, rey de los Judíos". Fue obligado a cargar la cruz en la que iba a ser crucificado hasta un lugar llamado Gólgota, que significa, en arameo, "lugar del cráneo". Le ayudó a llevar la cruz un hombre llamado Simón de Cirene.
Dieron de beber a Jesús vino con hiel. Él probó pero no quiso tomarlo. Tras crucificarlo, los soldados se repartieron sus vestiduras. En la cruz, sobre su cabeza, pusieron un cartel en arameo, griego y latín con el motivo de su condena: "Este es Jesús, el Rey de los Judíos", que a menudo en pinturas se abrevia INRI ("Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum", literalmente "Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos").