Hay multitud de estudios y opiniones que abundan en la relación entre niños y televisión. Casi todos muestran, demuestran o al menos aceptan (acríticamente) que la televisión 'entontece' a los niños y que si ven 'cosas malas' se harán malas personas, amén de obesas, apáticas y aburridas.
Es más, se ha demostrado que los jóvenes que ven más televisión tienen peor opinión del envejecimiento, y hay muchas encuestas sobre este tema que abunda en la mala imagen de la ancianidad en los medios. Pero, insisto, parece que a nadie le preocupa qué le ocurre a los viejos que ven mucha y mala tele en sus mentes y cerebros.
Hay multitud de estudios sobe los efectos de la televisión en el cerebro infantil, pero no los hay sobre sus efectos en el cerebro envejecido.
Damos por supuesto que la televisión es mala para los niños y jóvenes, no haya estudios científicos suficientemente amplios y rigurosos que lo demuestren de forma concluyente, pero sobre los segundos ni los hay ni nos preocupa.
Se dice que para que la televisión no sea mala para los niños hay que evitar la contemplación pasiva, aislada, excesiva y determinados contenidos, bien por ser demasiado aburridos y 'entontecedores', bien por ser demasiado atractivos, condicionantes, influyentes, adictógenos o inmorales.
Incluso se proponen tiempos de contemplación saludables en función de la edad. Pero nada de eso se hace pensando en las personas ancianas, pese a que muchas que pasan muchas horas pasivamente ante la tele, o simplemente la mantienen encendida como acompañamiento ruidoso contra la soledad.
Pues bien, quizá ahora que la televisión la preside una persona 'mayor' de 81 años, pienso que sería un excelente momento para plantearse seriamente esta cuestión.
Algunos profesionales de la salud opinan que la contemplación pasiva, excesiva, adormecida y desinteresada de la televisión, podría acelerar de deterioro cognitivo en los ancianos, amén de aumentar la osteoporosis, la atrofia muscular o la depresión por puro aburrimiento, o por tanta tristeza adobada de angustia, violencia solapada contra la vejez, y la mala imagen de la ancianidad que proyectan los medios.
También consideran que la contemplación curiosa, divertida, variada y participativa, podría resultar estimulante, ejercitante, gimnástica para las neuronas envejecidas, ayudando a mantener el rendimiento cognitivo y la afectividad positiva en las personas que más lo necesitan.