Superamos situaciones de la década de los setenta, cuando hasta mediado de la misma, aun siendo quinceañero de existencia, nos tocaba llevar la prensa y propaganda de un grupo que aglutinaba a mas de cien jóvenes en la parroquia Santa Teresa de Jesús, situada en la calle Peña Batlle, casi esquina avenida Máximo Gómez, del ensanche La Fe. Tiempos de "LAJUCRI", así se le denominó a aquella iniciativa, en la que contábamos entre uno de sus mentores y asesor, en la persona del inmigrante catalán Ramón Paradell Robert, mi padre.
Canciones sociales o de protestas, poesías coreadas o expuestas con solistas, obras teatrales, círculos de estudios semanales, jóvenes que practicaban diferentes disciplinas en Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, fiestas comunitarias, iniciativas sociales de asistencia y solidaridad…, entre tantas otras acciones en pro de la cultura, de la recreación y del conocimiento que se organizaban desde la inspiración de aquel Laboratorio de la Juventud Cristiana, LAJUCRI.
En cierto modo, haciendo y promoviendo actividades positivas, de educación, de solidaridad y cultura reproducíamos parte del ideal del patricio, en cuanto a no desmayar en el propósito de cultivar una niñez y una juventud donde aprendiéramos a honrar el llamarnos dominicanos.
Muchos de nosotros también nos nutríamos de la vida y obra de Juan Pablo Duarte, nos inspirábamos en su nobleza, su renuncia a bienes particulares y familiares para disponerlos en servicio de la independencia y formación de nuestra hoy patria, Republica Dominicana.
Duarte, con una trayectoria dotada de pulcritud, en un peregrinar que desde su plena juventud enarbola sueños a conquistar. Aquel capitán del buque español quiso expresar en "burla" que no él tenia patria y a este, a los de su tiempo, como a nosotros nos ha mostrado que actuando con coherencia, siendo perseverantes y disponiendo de lo que tenemos grandes obras se pueden llevar a cabo.
En tiempo de LAJUCRI, de aquel grupo de jóvenes del ensanche La Fe, otras organizaciones coexistían en Villa Juana y en muchos otros lugares de Santo Domingo. Con ellos compartíamos. Un gran número de aquellos ya eran universitarios, principalmente del discipulado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, pero también unos cuantos de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, quienes se trasladabas de sus sectores residenciales y "tranquilos" a la de vida en los barrios para los años 70.
El hoy presidente de la Republica Dominicana residía en Villa Juana, estudiaba la carrera de Derecho en la UASD e impartía docencia en la academia La Trinitaria, situada todavía hoy en la calle Francisco Villaespesa, paralela a Peña Batlle, en donde está la parroquia Santa Teresa de Jesús, a menos de dos cuadras queda una entidad de la otra. El hoy rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, junto a otros estudiantes, residía en la calle Arturo Logroño, mejor conocida como la calle 18 del ensanche la fe.
La Trinitaria, cuyo nombre, hoy y siempre recordara a nuestro patricio Juan Pablo Duarte, por ser este el fundador de la organización independentista que inspirados en lema sacro santo de Dios, Patria y Libertad hizo posible la Republica Dominicana.
El Centro de Estudios Catalán, ya para finales de los años 70, espacio de educación desde la infancia hasta la juventud que realizaba allí su bachillerato y cursos técnicos, fue otro los valores que acompañó al ensanche La Fe de entonces. Fundado este por el inmigrante catalán, Ramón Paradell Robert, el mismo que tanto tuvo que ver con LAJUCRI y otras iniciativas a favor de la juventud y la familia dominicana. Aquel escenario que se encontraba en la otra calle paralela, Mauricio Báez 229, donde hoy se encuentra el Colegio San Benito
Allí, en el CATALAN, como solían llamarles los lugareños, un sector con cientos de adultos que cursaban los estudios hasta el octavo grado, con el método de las Escuelas Radiofónicas Santa Maria.
Recuerdo como en el CATALAN también se veneraba el nombre del patricio, Juan Pablo Duarte. Niños, jóvenes y adultos de distintas edades aprendían a venerar al Padre de la Patria, por sus virtudes y cualidades, en clases, conferencias y actos culturales organizados por sus autoridades educativas.
Cuando pienso en Duarte ayer, hoy y siempre, tengo que compartir en mi memoria lo que allí se hablaba del modelo de ayuntamientos en Cataluña, de los gobiernos municipales tan referidos por el patricio como aspiración para el futuro idóneo de la Republica Dominicana. Y saber que tan lejos estamos de recoger los desperdicios, de controlar las plagas, entre ellas aquellas las representadas por muchos de los que conforman los nuevos ayuntamientos.
En nuestros barrios paralelos de Villa Juana y Ensanche La Fe, no solo acontecieron hechos nefastos, como los promovidos por la llamada "banda colora" o más tarde por la identificada "contra banda" que le enfrentó".
Quizás en aquel tiempo no de tantas drogas, pero si también de violencia e inseguridad, lo que nos distinguió fue el ser jóvenes con ideales, con sueños y aspiraciones más allá del mundo material y transitorio.
Ayer, como hoy, fue y es hoy posible sembrar el nombre de Juan Pablo Duarte en nuevas generaciones. Es hoy posible hacer uno o más laboratorios de juventudes críticas ante lo que acontece y no quedarnos tan indiferentes.
La poesía coreada citada, aquella en "Homenaje a Duarte", rezaba, entre otras frases; "Si la educación aquí se quiere apagar, si las libertades encadenar y las voces disidentes se quieren apagar, lucha, lucha,… tú eres esperanza de nuestro destino". Luchar como lo hizo Duarte, desear llegar a ser y no confundirse en el tener debe ser prioridad de nobles dominicanos cada día.
En Juan Pablo Duarte, con su ejemplo, marcó un destino de trascendencia a seguir. No desaprovechemos la oportunidad de haber tenido a alguien así entre nosotros.
Es necesario y de vital importancia para el proyecto de nación que la política partidaria no siga dando señales de aves de rapiñas, aves que se ciernen sobre nosotros para destrozarnos junto al país, como sus presas. Necesitamos volver a tener el concepto pulcro que de la política tuvo Juan Pablo Duarte.
Aquellos jóvenes que vivíamos las experiencias de los años contestarios de la década de los 70, aquellos un poco mayores que nosotros, quienes insistentemente enarbolan banderas en pro de garantizar la educación publica universitaria cuantas veces se veía amenazada…Todos, unos y otros, tenemos que seguir mirándonos en el espejo de Juan Pablo Duarte, pretendiendo ser parte de su reflejo que ilumine el presente y el destino quisqueyano.