Gracias al tesón de Janet Cox-Rearick, Carmen Bambach y George R. Goldner, técnicos del Metropolitan, y despues de mas de 500 annos, la suerte del artista olvidado ha cambiado. Bambach y cía. han viajado por todo el mundo. Se entrevistaron con coleccionistas privados y convencieron a los directores del British, el Louvre y la Galería de los Uffizi. Gracias a su tesón, y hasta el 18 de abril, el MET ofrece The drawings of Bronzino, la primera exhibición dedicada al maestro florentino.
Pintor de corte, fue el clásico artista razonable, siempre al servicio de las élites, que pintaba por buen dinero. Medró hasta la cumbre en las callejas que coronaron a los Medicis. No pinto de rodillas y con betunes, como dijo Lorca que hacía el Goya de la Quinta del Sordo, sino con un halo de platas y rosas, embelleciendo a sus retratado. Cobraba bien. Sabía camelar al cliente. Lo suyo era una pintura de costumbres, un caramelo aristocrático, suculento y frío, suntuoso, como craquelado por culpa de su necesidad de agradar y el cálculo crematístico que aplicaba. Pintaba, en suma, por/para los mecenas.
Cossimo I de Medici fue su gran valedor, el hombre que le pagó con oro los servicios prestados, quien hace de él la gran figura de la mitad del XVI. Bronzino triunfó en una Florencia lujuriosa, repleta de racimos eléctricos, leopardos tostados por el sol, seducción y embeleco, oscurantismo y belleza, una Florencia de sueños exasperados, entre la línea clásica del renacimiento y el runrún de cadenas de la contrarreforma, que anunciaba, de paso, el barroco y sus colgaduras. Tras la muerte del pintor, silencio.
Hijo de gente sencilla, poeta de los muy ricos, Bronzino se revela en sus dibujos como un observador sagaz y un retratista que hace de su modelo material fundido, burbujeante, con obvio conocimientos de sus maestros y voz personalísima.
Es en los dibujos, como sagazmente observa Holland Cotter para el New York Times, donde asoma la faz menos complaciente del artista. Sin las servidumbres de la obra acabada, sabiendo que se trata de dibujos preparatorios, abandona el vicio de la seducción. Relaja la muñeca. Se entrega al puro gozo de atrapar los quejidos del mundo, la respiración de sus retratados, el vuelo dorado de una mota o el parpadeo incandescente de una dama de sociedad. Saca al raso, en fin, un talento ahormado por las necesidades del oficio y la obligatoria idealización del cliente en el cuadro acabado.
Cotter también recuerda que Henry James, a principios del XX, homenajeó a Bronzino en una novela que acaba revolviéndose en torno a uno de sus retratos. Porque el hombre no se había ido del todo, pero casi, y el Metropolitan nos devuelve su faceta más insospechada. 'Tour de force', así describe la exposición, y de sus líneas "vivaces pero con sentido, calientes pero no salvajes". Cita importante en el invierno de Nueva York
Agnolo Tori o Angelo di Cosimo di Mariano o Agnolo Bronzino, más conocido como Bronzino, nacio el 17 de noviembre de 1503, en Florencia y murio el 23 de noviembre de 1572.
Se tiene poca información fidedigna en relación a su infancia. Precisamente esa falta de datos hace suponer como muy probable que naciera en el seno de una familia muy humilde, lo que explicaría la dificultad para establecer su verdadero apellido.
Adoptó como apellido el apodo que se le dio, el sobrenombre «Bronzino», que en italiano significa «broncíneo». Quizás se deba al color oscuro de su piel o a su carácter cerrado «como el de una estatua.
Su primer maestro fue el pintor florentino Raffaellino del Garbo. Hacia 1515 ingresó en el taller (o bottega) de Jacopo Carucci más conocido como Pontormo quien le hizo su hijo adoptivo y de este modo tuvo un rol fundamental en la carrera artística de El Bronzino.
Ambos realizaron las decoraciones de la capilla Capponi en la iglesia de Santa Felicita en Florencia.
La mayor parte de sus pinturas son retratos de grandes literatos y de integrantes de la familia de los Médicis o de allegados a ésta, por ejemplo Leonor de Toledo hija del virrey de Nápoles y enlazada matrimonialmente con los Médicis.
Cuando el citado mecenas Cosme I de Médicis fundó una fábrica de arazzi en Florencia, Bronzino se dedicó al diseño de magníficos arazzi figurando en ellos principalmente temáticas mitológicas y alegóricas.
Alegoría del triunfo de Venus, National Gallery de Londres
La serie de tales obras consta de veinte arazzi, dieciséis diseñados por Bronzino, tres por Pontormo y uno por Francesco Salviati. Las obras se encuentran actualmente en el museo florentino del Palazzo Vecchio.
Además de los retratos, su otra temática preferida fue la pintura religiosa como las realizadas par la palas de altar y frescos de varias iglesias florentinas.
Como típico exponente del manierismo, Bronzino se sustenta en la fuerza de los colores irreales, muchas veces contrastados y en el vigor que sabe encontrar en los elementos plásticos. Su cuadro alegórico llamado El triunfo de Venus es un evidente anuncio del barroco y de la bastante ulterior «pintura galante» francesa.
Entre sus obras más importantes se cuentan:
Retrato de Lucrezia Panciatichi (h. 1540; Uffizi)
El pasaje del Mar Rojo (1541-1542)
Retrato de Don García de Medicis (Museo del Prado)
Leonor de Toledo y su hijo (h. 1545)
Alegoría del triunfo de Venus, también llamado Alegoría de Venus y Cupido; y Venus, Cupido, la Locura y el Tiempo, 1540-1545, óleo sobre tabla, 146 x 116 cm, National Gallery de Londres
Descendimiento de Cristo (h. 1545)
Resurrección de Cristo (1545-46)
San Sebastián (Museo Thyssen-Bornemisza)