"Esto nos hace vivir en contradicción interna y con los demás, ya que no sólo anhelamos cosas contradictorias, sino que vivimos muchos conflictos", aseguró la reconocida catedrática y antropóloga mexicana, Marcela Lagarde.
En una reciente visita a Cuba, donde participó en el I Congreso Iberocubano de Género, Salud, Educación y Desarrollo Humano, Lagarde destacó que las féminas se sienten aún atrapadas en redes, obligaciones, imposiciones, pero al mismo tiempo emancipadas, con ciertas libertades y recursos.
Es lo que llamo sincretismo de género, algo que involucra lo tradicional con lo moderno, lo patriarcal con lo emancipador, agregó la especialista.
Sobrecarga e inequidad
En conversación con Prensa Latina, Lagarde enfatizó que las mujeres contemporáneas han crecido con los dos modelos marcando pautas, formas de ser, roles, ocupaciones, posiciones, sentimientos y deseos.
En el tradicional se espera sumisión, obediencia, recato y la mujer como objeto sexual, de la reproducción y la maternidad, sin importar el desarrollo personal.
Lo moderno es independencia, autonomía, igualdad en la relación entre ambos sexos, y abarca una ampliación de actividades de carreras, oficios, ocupaciones, nuevos rangos, el éxito y el progreso.
Todo eso está presente en cada una de nosotras de maneras distintas, organizado de formas diferentes, puntualiza Lagarde.
Ello nos aboca a un enorme conflicto interno y con los demás, porque a veces nuestra dimensión moderna se expresa en relaciones en las que sin embargo somos exigidas como tradicionales.
O puede ocurrir a la inversa, llevamos componentes tradicionales a algo que debe tener características modernas, subraya la experta.
Lagarde se refirió también a un estatus asumido por las féminas en casi todas las regiones del mundo, el de la doble jornada de trabajo.
Hay una sobrecarga y una inequidad absoluta en el reparto de responsabilidades domésticas, familiares y de políticas públicas.
Algunas mujeres al transitar del espacio privado al público y colocar su trabajo en un lugar prioritario, suelen creer que ya conquistaron todo.
El derecho al voto, la representación política, la alta escolaridad o acceso a la educación, ingresos propios, y la participación en primera persona, las hace pensar que ya están en igualdad con los hombres.
El velo de la igualdad
Pero esto es sincrético, es lo que llamo el velo de la igualdad, porque ellas siguen con la carga familiar, doméstica, e incluso amorosa y hay una discordancia real entre ambos sexos si hacemos las cuentas del trabajo realizado, aseveró.
De ahí que una de las maneras en que las mujeres pueden dejar esta inequidad es quitándose ese velo, advierte la experta.
Debemos ser concientes de que aún existen discriminaciones y hay que continuar la lucha por nuestros derechos, recalcó.
Actualmente, en las relaciones de pareja se habla de una especie de tendencia contemporánea, en la que algunas féminas ya no creen en el amor eterno, en el hombre para toda la vida, pero siguen anhelando el amor como ideal y meca del romanticismo.
Sin embargo, en muchos casos se ha desechado un poco el matrimonio al establecerse relaciones en las que no hay una formalidad legal, sin promesas de eternidad.
Incluso hay mujeres que eligen una vida en solitario, con amistades o compañeros amorosos sin compromiso alguno, apuntó.
Dados estos cambios de la vida femenina, pensamos que también hay que cambiar los modelos de la condición masculina.
Actualmente nos encontramos hombres con una apariencia moderna, pero son tradicionales y conservadores, y exigen a sus compañeras ese mismo tipo de respuestas en la intimidad y cotidianidad, aseguró.
No obstante, hay una cosa cierta: necesitamos amar y ser amadas, pero siempre debemos tomar nuestras propias decisiones, sin permitir que nos limiten en nuestro desarrollo.
Se trata de lograr autonomía e independencia como ser social, concluyó Lagarde.
(*) La autora es periodista de la redacción de Ciencia y Técnica de Prensa Latina.