En todo caso, si el niño está viviendo situaciones no idóneas, por ejemplo, de constantes peleas, discusiones que terminan en maltrato, problemas de alcoholismo o drogas, y que el ejemplo de su padre y/o madre no sea el más adecuado, será más beneficioso para él que sus progenitores se separen.
Esta comprobado que el niño sufre mucho más en situaciones en que los padres son infelices juntos que cuando deciden vivir separados. Los hijos quieren sentir que sus padres son felices.
Es importante considerar que al tomarse la decisión de distanciarse se analice primero la relación con los hijos, los cambios que éstos pueden sufrir, las razones que tendrán que presentar y sobretodo que su decisión no afecte ni comprometa a las necesidades básicas de los niños, quienes continuarán necesitando cariño, cuidados, atención, apoyo, comprensión, etc.
Ante el inminente incremento de los divorcios y separaciones se da la necesidad de que los padres sean más creativos en la manera de relacionarse con sus vástagos.
Cuando tenemos el contrato de divorcio en nuestras manos y observamos esa parte que dice que el menor pasará dos fines de semanas con el padre que no tiene la guarda, y los dos fines de semana restante, más los demás días con aquel que se queda con la guarda permanente, es que entendemos el impacto que esto tendrá en la vida de nuestros hijos, quienes tienen que iniciar un trayecto de aprender a compartir su tiempo, su afecto y a abrirse a la posibilidad de tener, no solo dos familias, sino hasta cuatro, posiblemente.
Es el tiempo de recoger nuestros rencores y temores y guardarlos; para actuar a favor de nuestros hijos y decidir si será un proceso de ganancia o de pérdida.
En mi experiencia particular trabajando con familias, me he dado cuenta que no tiene que ser un proceso traumático, siempre que los padres entiendan que aunque su relación terminó físicamente, serán una familia a pesar de eso, y que como tal deben luchar para mantener una estabilidad; aunque no exista una comunicación activa; es importante que entendamos lo necesario que es mantener una mínima comunicación.
Las condiciones para que la guarda compartida funcione podrían convertirse en arriesgadas para los menores de dos años, ya que en estas edades el niño necesita seguridad física de la persona con la cual comparte habitualmente y puede angustiarse en exceso; mientras que un niño o niña a partir de los cuatro años tiene mayor aguante frente a la ausencia de uno de sus padres, por lo que se puede entrenar para que aprenda a lidiar con esta situación poco a poco. Es necesario permitir que se comunique con el padre que queda fuera de un fin de semana para que se sienta más seguro.
Cuando estamos en el proceso de aprender a compartir estos fines de semana lo primero que debemos hacer es intentar manejar el oído y los reproches que acompañan el período de divorcio. La custodia compartida implica que cada uno confíe en las capacidades educativas del otro y así el niño se verá menos envuelto en conflictos sin necesidad.
Lo más difícil para los niños son las transiciones cuando van de una casa a otra porque implican cambios materiales, afectivos y relacionales. Es recomendable que el niño deje en la otra casa una parte de sus cosas al inicio, para que no se sientan un invitado; con el tiempo este ejercicio puede cambiar poco a poco, ya que podemos enseñarlo a que disfrute de los artículos nuevos que puede llegar a tener en su otro hogar.
Debemos respetar los horarios, el ritmo de vida y los compromisos que nuestra ex pareja haya hecho con el niño y, sobre todo, evitar ocasionar un estrés innecesario haciendo cambios repentinos en los acuerdos ya establecidos según nuestra conveniencia. Tengamos pendiente que la regularidad aporta seguridad.
En ocasiones los niños podrían llegar a llorar cuando se separan de sus padres y aunque sea un trago amargo debemos entender que éste es un proceso que a todos nos cuesta, e intentar dar seguridad al niño para que entienda que habrá otros momentos en los cuales lo volveremos a ver. Debemos volver a tragar en seco y entender que esto es parte de la decisión de estar separados y pensar que es un momento que pasará, al igual que los demás.
A muchas parejas les resulta efectivo turnarse en la búsqueda de los niños al colegio, porque esto garantiza que seguirán en contacto con el otro progenitor y lo harán como parte de su rutina habitual.
Siempre que el objetivo de los padres sea beneficiar a los hijos, podrían ponerse de acuerdo en desarrollar un plan que incluya ciertas reglas que sean comunes en ambas casas, para que se mantenga una coherencia en la educación del niño.
Si las diferencias entre parejas son aparentemente irreconciliables y no se puede establecer una comunicación aunque sea mínima, es bueno saber que existen los tribunales de familia, tribunales de menores y adolescentes y, sobre todo, ayuda psicológica y psicoterapéutica que favorecen el acompañamiento de los padres que aún continúan defendiendo alo que con el mismo divorcio se perdió. Busquen ayuda si la necesitan.