Las expediciones al país incluyen a mujeres con niños en brazos o en el vientre, que deben pagar hasta 200 dólares a los que se dedican a transportarlas y que en ocasiones las hacen víctimas de artimañas con las que las despojan del dinero y desaparecen. Muchas son violadas y golpeadas.
"Pagué casi cinco mil pesos al chofer de un camión para que me dejara en Jimaní, éramos cuatro mujeres y nueve hombres, antes de cruzar la frontera nos dijo que teníamos que tirarnos porque no quería problemas, nos dejó botados. Eran como las 11: 00 de la noche, tuvimos que caminar por los montes y cruzar muertos de miedo", narra Julia Saint Croix, a la que no le ha ido muy bien de este lado.
Carga con una larga lista de vejaciones que ha tenido que soportar por los tres hijos que dejó con su madre enferma en un refugio de Puerto Príncipe.
Otras recorren a pie los kilómetros que las separan de este país, pero esto representa exponerse a ser atrapadas por el Ejército. Ya de este lado se dedican a actividades domésticas, se convierten en vendedoras ambulantes o mendigan por las calles con criaturas en brazos, expuestas a ser atropelladas por los vehículos y a todo tipo de maltrato.
Informes del Servicio Jesuita para Migrantes arrojan que diariamente un promedio de 30 mujeres intenta pasar a Elías Piña, Pedernales, Independencia y Dajabón, más de la mitad lo consigue. Esto representa unas 5, 475 al año, que por la indigencia en que viven deben esperar hasta dos años para ahorrar el dinero del viaje.
El idioma es una limitante, pocas dominan el castellano, lo que hace más difícil las posibilidades de optar por un trabajo digno.
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