Para sustentar lo antes dicho, veamos este ejemplo: una persona puede ponerse llegar a Puerto Rico desde la República Dominicana en 40 minutos y concentrará todo su ser en tratar de conseguirlo, pero si no se contempla desde el principio que para lograrlo se requiere de una avioneta o un avión, por muy claro que esté el fin, será imposible el lograrlo.
Las empresas al hacer su planeación para un período, suelen contemplar de algunas metas objetivos realistas y eficaces que puedan mover a su empresa en este mundo tan competitivo, pero al hacer esa planeación deben tomar en cuenta los principios de los cuales se partirá para conseguir sus metas: las personas en las que se va a apoyar para conseguirlos, los recursos con que contamos y, además, partir del supuesto de que TODOS JUNTOS caminarán en la misma dirección. No vamos a llegar a ninguna parte si tenemos buenos objetivos, pero malos principios.
Tendemos a proponernos mejorar aspectos de nuestra vida con la finalidad de ser más felices o de madurar, pero la pregunta seguiría siendo la misma, ¿de qué principios se parte para esos cambios? . Surge entonces la verdad, tan antigua como el hombre, de la necesidad de conocerse a uno mismo. Conocer lo que somos, ayuda a ser realista pues permite saber hasta donde queremos llegar.
Las metas y propósitos nos ayudarán a movernos a saber hacia donde vamos y por qué. Los principios, esto es lo que somos, nos ayuda a que la fijación de metas sea más realista y no terminemos en una profunda frustración.
Hay ocasiones que en un arrebato sentimental, desearíamos hacer cambios radicales y de inmediato en nuestras vidas, pero cuando ese sentimentalismo se termina nos encontramos con la cruda realidad de que nuestras costumbres arraigadas, viejas compañeras de nuestro viaje, nos detienen a pesar de que la meta sea algo bueno. Los cambios radicales requieren de una gracia especial que no siempre tenemos, los cambios paulatinos, pacientes pero constantes, normalmente nos hacen llegar a conseguir lo que nos proponemos.
Surge entonces las pregunta obligada ¿que hay de cierto entonces en eso de que querer es poder? ¿Hemos vivido engañados por este lema durante tanto tiempo? La verdad es que poder requiere de querer, pero el querer requiere de saber en dónde estamos y qué somos, es decir, estar conscientes de nuestra realidad.
Las empresas llevan a cabo su planeación y se plantean metas y objetivos realistas para afianzar y crecer en el competitivo mundo de hoy, pero siempre toman en cuento los principios de los cuales partirán: los recursos humanos con que cuentan, el capital de trabajo, el mercado…y sobre todo, contando de que TODOS los integrantes de la organización caminarán en la misma dirección.
En muchas ocasiones nos proponemos mejorar aspectos de nuestras vidas, con diferentes propósitos, entre los que están alcanzar la felicidad o madurar. Pero la pregunta sigue siendo la misma: de qué principios se parte para esos cambios? . Surge entonces la verdad, tan antigua como el hombre, de la necesidad de conocerse a uno mismo. Conocer lo que somos, ayuda a ser realista pues permite saber hasta donde queremos llegar.
Las metas y propósitos nos ayudarán a movernos, a saber hacia dónde vamos y por qué. Los principios nos permiten lograr que la fijación de metas sea más realista y no terminemos frustrados.
Hay ocasiones que en un arrebato sentimental, desearíamos hacer cambios radicales y de inmediato en nuestras vidas, pero cuando ese sentimentalismo se termina nos encontramos con la cruda realidad de que nuestras costumbres arraigadas, viejas compañeras de nuestro viaje, nos detienen a pesar de que la meta sea algo bueno. Los cambios radicales requieren de una gracia especial que no siempre tenemos, los cambios paulatinos, pacientes pero constantes, normalmente nos hacen llegar a conseguir lo que nos proponemos.
Surge entonces las pregunta obligada ¿que hay de cierto entonces en eso de que querer es poder? ¿Hemos vivido engañados por este lema durante tanto tiempo? La verdad es que poder requiere de querer, pero el querer requiere de saber en dónde estamos y qué somos, es decir, estar conscientes de nuestra realidad.
El inicio de año es una temporada donde hacemos grandes propósitos, pero muchos de ellos quedan en nuestras mentes o escritos en una agenda y nada más. Al tiempo de hacer nuestros planes para el año que inicia, reflexionemos sobre cuánto hemos crecido, en todos los aspectos; propongámonos conocernos un poco más, prestarles más atención a las personas que conviven con nosotros y que aunque no nos lo digan esperan un cambio en nuestra forma de ser.
Adoptemos actitudes que requieran de "calibración" y en lugar de proponernos cambios radicales, que seguramente no se darán, comencemos a intentar cambiar uno o dos aspectos de nuestra forma de ser que valga la pena y que se requieran.
Ojalá que este principio del 2011 tengamos la apertura necesaria para proponernos buenos fines, tomando como punto de partida NUESTROS PRINCIPIOS.