Aceite de oliva: posee ácido oleico monoinsaturado que hace descender el llamado colesterol malo o LDL y potencia el HDL o bueno. Además, su gran aporte en ácidos grasos reduce la hipercoagulación de la sangre, reduciendo también el riesgo de trombosis, la incidencia de arteriosclerosis y de infarto de miocardio.
Ajo: este pequeño alimento, imprescindible en muchísimos platos, es rico en vitaminas A, B y C y en determinados minerales, como el potasio, que hacen de él un magnífico diurético e hipotensor. Resulta rico en fibras y es un eficaz antirreumático. Por si ello fuera poco, contribuye a disminuir el colesterol malo y su consumo regular parece disminuir la incidencia de cáncer de estómago y de pulmón.
Cebolla: su aporte en flavonoides inmuniza, disminuyendo también el riesgo de enfermedades cardiacas. Favorece el control del azúcar en sangre, reduce los niveles de LDL, además de ser diurética, hipotensora y expectorante. El cáncer de estómago y próstata parecen mantenerse más a raya si se consume a diario.
Cereales: añaden a la dieta hidratos de carbono complejos -almidón- y son muy energéticos. Aportan mucha fibra. Contienen vitaminas, sobre todo del grupo B y E. Los nutricionistas consideran a este grupo (formado, entre otros, por arroz, pasta, pan o maíz) productos insustituibles en una dieta equilibrada.
Huevos: el equilibrio de sus aminoácidos hace que el organismo los utilice para constituir las células del cuerpo; por eso, los médicos consideran sus proteínas de referencia.