"Hemos recuperado nuestra dignidad y no volveremos a bajar nunca más la cabeza, la barrera del miedo se ha roto", afirma a la AFP el industrial, cuyo padre, Shehatta El Nashar, una de las figuras del Partido Comunista de Egipto, estuvo preso nueve años en la década de 1950 por sus ideas políticas.
"El problema de Egipto no es tanto la pobreza –los egipcios estamos acostumbrados a soportar una vida dura– como la humillación que hemos vivido, nuestro orgullo se había perdido no sólo dentro del país, sino sobre todo hacia el exterior", dice en declaraciones exclusivas para el portar Terra.
"El de Mubarak y antes el del presidente Anual el Sadat fueron regímenes policiales, donde la gente era tratada como animales", explica. Pero "Egipto había sido un país fuerte" durante la presidencia de Nasser (1956-1970),
Es obvio que nadie podía prever lo que ha ocurrido en las sociedades autoritarias árabes y que el mundo entero y, en especial, los analistas, la prensa, las cancillerías y think tanks políticos occidentales se han visto tan sorprendidos por la explosión socio-política árabe como lo estuvieron con la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética y sus satélites.
No es arbitrario acercar ambos acontecimientos: los dos tienen una trascendencia semejante para las respectivas regiones y lanzan precipitaciones y secuelas políticas para el resto del mundo. ¿Qué mejor prueba que la historia no está escrita y que ella puede tomar de pronto direcciones imprevistas que escapan a todas las teorías que pretenden sujetarla dentro de cauces lógicos?
Dicho esto, no es imposible discernir alguna racionalidad en ese contagioso movimiento de protesta que se inicia, como en una historia fantástica, con la inmolación por el fuego de un pobre y desesperado tunecino de provincia llamado Mohamed Bouazizi y con la rapidez del fuego se extiende por todo el Oriente Próximo.
Los países donde ello ha ocurrido padecían dictaduras de decenas de años, corruptas hasta el tuétano, cuyos gobernantes, parientes cercanos y clientelas oligárquicas habían acumulado inmensas fortunas, bien seguras en el extranjero, mientras la pobreza y el desempleo, así como la falta de educación y salud, mantenían a enormes sectores de la población en niveles de mera subsistencia y a veces en la hambruna. La corrupción generalizada y un sistema de favoritismo y privilegio cerraban a la mayoría de la población todos los canales de ascenso económico y social.