En esa isla sólo podía entrar el Emperador Inca, máxima autoridad del Imperio. Hoy se encuentra habitada por pocas familias indígenas de origen quechua y aimara, que se dedican a la agricultura, pastoreo y venta de artesanía a los visitantes y se comunican a través de las lenguas quechua, aimara y español.
Para visitar las islas del Sol y de la Luna llegamos primero hasta la península de Copacabana, emblemático enclave en territorio boliviano, curiosa mezcla entre aldea andina y balneario turístico al pie del lago en donde se experimenta una placentera sensación de reposo. Desde Copacabana parten a diario numerosas embarcaciones de recreo que se dirigen a las islas. Muchos visitantes van y vuelven en el mismo día; otros prefieren pernoctar en la Isla del Sol.
Ésta isla aparece dividida en dos sectores claramente diferenciados: el norte y el sur. El principal núcleo habitado de la parte sur es Yumani. Con los años, Yumani desgraciadamente se ha ido pareciendo demasiado a Copacabana y ahora está lleno de alojamientos y restaurantes para turistas. Es mejor recluirse en la parte norte, menos congestionada y más tranquila. En la despejada playa de Challa hallamos un sencillo alojamiento que nos sirve de base para la exploración de la isla.
Recorrer la isla de sur a norte caminando lleva unas cinco horas de agradable paseo disfrutando de unos paisajes excepcionales. En los días claros del invierno andino los picos nevados de la Cordillera Real Boliviana se alzan en el horizonte como un excepcional contrapunto a las aguas azules del lago. No es de extrañar que los pueblos pre-colombinos, adoradores de montañas, lagos y otros hitos naturales, consideraran sagrado este lugar.
En el extremo norte se ubican los sitios arqueológicos principales. La Roca del Origen es una caprichosa formación geológica en forma de oquedad. Según el mito, de aquí emergieron los primeros incas y de ahí emanan extrañas vibraciones, remotas reminiscencias cosmogónicas perceptibles para el viajero atento.
A su costado se hallan las Huellas del Sol, unas marcas en la piedra que la leyenda atribuye al nacimiento del dios Sol. Al frente se emplaza un altar prehispánico en forma de mesa, rodeado por doce mojones de piedra que alguna vez pudieron haber tenido una función calendárica.
Las diferentes comunidades Aymaras de la isla todavía se congregan en este lugar en fechas señaladas para realizar sacrificios de llamas y otros rituales propiciatorios para la fertilidad de los animales y de las gentes. Más allá se extiende un conjunto arquitectónico inca, probablemente destinado al cuidado y culto de estos espacios ceremoniales.
Al sur, en Yumani, también hay restos arqueológicos, como es un templo dedicado al Astro Rey que hace pareja con el Templo de la Luna, situado en la isla del mismo nombre y separada de la isla del Sol una distancia aproximada de un kilómetro.
En la Isla de la Luna existía un santuario pre-inca de tradición cultural Tiwanaku que fue adoptado por en su expansión por el territorio histórico del Collasuyu.
Honrando el culto existente en el lugar, los incas erigieron además un Acllawasi o casa de las vírgenes escogidas.
No lo piense más, llegue hasta la Isla del Sol y la Isla de la Luna, para que conozca la fabulosa historia de los grandes guerreros de los Andes, desde sus míticos orígenes y su rápida expansión hasta su decadencia.
Fuente: http://www.revistaelviajero.com/