Ahora bien, cuando se trata de traducir o crear una nueva palabra (neologismo) generalmente el camino más fácil y más cómodo es usar el término en el idioma original.
Para quien inventa o difunde algo resulta sencillo crear una palabra para designarlo o tomarlo de la jerga propia de su campo. No requiere llegar a un acuerdo con nadie en este sentido, pues quienes adopten también lo harán con el nombre; pero para traducirlo al español, una vez ya difundido en inglés, se necesita llegar a un acuerdo con un gran número de usuarios de todo el mundo hispanohablante.
En los últimos 20 años, nuestro español ha tenido que incorporar a su léxico (en el ámbito de las comunicaciones y la electrónica más que en cualquier otra área) nuevas palabras: fax, modem, software, hardware, etc., las cuales no encuentran (y la mayoría de las veces ni siquiera buscan) su equivalente en español. Hasta el inglés, el idioma de la computación, ha sido modificado para aceptar acrónimos y nuevos significados para palabras ya existentes.
El proceso de aparición de neologismos en el lenguaje técnico de la computación o la informática es siempre igual: la tecnología se envía desde la casa madre (casi siempre en los Estados Unidos) en ingles y llega a manos de un reducido grupo de técnicos de algún país hispanohablante, normalmente México o España. Estos técnicos son los primeros en traducir y van creando así una jerga con la que podrán entenderse entre sí y transmitir lo traducido a los clientes más especializados. Más adelante, cuando ya se produce la distribución del nuevo producto al gran público, aparece la figura del traductor, que debe encontrar el punto intermedio entre las traducciones llenas de anglicismos de los técnicos y el interés de utilizar un español correcto y libre de barbarismos.
Con la llegada de las computadoras se introdujeron en nuestra lengua múltiples términos informáticos anglosajones de difícil traducción y con la actual expansión de la Internet y del correo electrónico el español pierde aún más terreno ante un spanglish imparable. Su uso está produciendo un lenguaje propio que se puede calificar como técnico: el lenguaje de los cibernautas, donde, ya de entrada, nos encontramos con una serie de voces formadas por composición de la raíz ciber otras palabras: ciberespacio, como conocemos a ese mundo etéreo creado por las comunicaciones instantáneas entre computadoras, que es el que navega por el ciberespacio, para referirnos a las bibliotecas electrónicas; ciber sexo, para los contactos sexuales a través de la Internet, etc.
Y ese nuevo lenguaje que va surgiendo es, en un principio, en inglés, y es ya tan extenso su léxico que resulta necesario el uso de glosarios y vocabularios especializados.
Más del setenta por ciento de los usuarios de la Internet son anglohablantes; luego, si la red crece y se desarrolla en un ámbito de lengua inglesa debemos preguntarnos en qué lugar queda el español en el mundo de la cibernética.
El primer problema que sea plantea es quizás el más importante: las traducciones al español de los manuales de funcionamiento de los programas informáticos, incluyendo los de las redes de comunicación, porque en muchas ocasiones están redactadas más en spanglish que en español. La tarea de poner de acuerdo a todos los hispanohablantes sobre la terminología de las redes de comunicación es ardua y ello hace que se usen traducciones literales, calcos o que se opte por los términos ingleses.
Los más de 300 millones de hablantes del idioma español tenemos que sentirnos orgullosos y responsables de ese idioma.