Años vividos con pasión y gran intensidad. Para muchos llegar a esa edad es empezar a envejecer, pero, más que envejecer, siento que soy la que quería ser; ya no importan los complejos, y siento que la vida está esperándome para vivirla como una larga y dulce bebida.
Llegar a 50 años, es sentirse con el derecho a ser como se quiere ser, los ojos han aprendido a ver lo trascendente y a reírse de lo no importante, mis manos han aprendido ha realizar prodigios. Mis piernas me permiten caminar con más firmeza, por saber a donde me dirijo y lo que me propongo realizar. Hoy siento una gran alegría y puedo sonreír con gran espontaneidad, por que conozco el secreto de la felicidad.
Gracias, Dios Mío, por regalarme los padres biológicos, de los cuales siento gran orgullo; Don Ney y Doña Matty, quienes con humildad y mucho trabajo levantaron nuestra familia; Y mis padres de crianza, Rosa y Gilberto López, que han sido soportes importantes para sembrar valores y moldear mi personalidad.
Su ejemplo, su amor y su protección me han servido de impulso para caminar con integridad y honor en la vida. Mis queridos abuelos Don Negro y Doña Ñaña – mi tía Chelo y la inolvidable Doña Emma Balaguer, a su lado experimente la grandeza de tu amor, e inicie mis pasos hacia tu encuentro y su ternura me ha servido de consuelo muchos momentos.
Gracias, Dios Mío, porque me permitiste conocer a Ramón Ruiz y como fruto de ese gran amor procreamos dos hermosos, encantadores y amadísimos hijos Ramón Alberto y Joaquin Alberto, que han sido motivos de orgullo y el mayor testimonio de tu infinita misericordia.
Gracias por mis hermanos- hermanas, mis tíos-tías, mis primos y primas, sobrinos y sobrinas que han sido apoyo, estímulo y razón de muchas actuaciones. Gracias por mis amigos de todas las épocas, hombres y mujeres que con su amistad, ejemplo, estimulo me han ayudado a transitar por los laberintos tortuosos de la vida.
Gracias Dios por permitirme hoy estar en la Liga Municipal Dominicana, esforzándome por realizar un buen desempeño y aplicar las enseñanzas de desprendimiento, servicio a los demás y solidaridad.
Gracias Dios Mío, por mi Iglesia, por mis hermanas de la comunidad Jeremías, Gracias Dios Mío, por permitirme que Jesús llegara a mi vida y la transformara. Te agradezco haberme permitido tantas cosas en estos primeros 50 años. Y que toda la gloria y toda la honra, hoy y siempre, sean para ti.
Mi mayor gozo mi familia, mi mayor recompensa el cariño y la amistad de ustedes y mi mayor premio La Misericordia y el Amor de Dios. Amén.
Agosto, 2011 / Elena Díaz Roa (Charito)
La autora es Comunicadora y Encargada de Protocolo y Relaciones Publicas de la Liga Municipal Dominicana