La deforestación, la extracción indiscriminada de arena y otros materiales de los ríos, unidas a la desidia de los alcaldes provinciales y municipales para recoger la basura, se han convertido en los mayores obstáculos para lograr una mejor calidad de vida y del medio ambiente en la República Dominicana
En un país donde todo es posible, incluso lo ilegal, la falta de controles efectivos para evitar el funcionamiento de rústicos aserraderos clandestino en las montañas, constituye un gran dolor de cabeza para las autoridades y una agresión al bosque mismo. Las llamadas “granceras” legalmente registradas también incurren en violaciones a la ley, sin que alguna autoridad les ponga coto.
Se une a esta situación la “porosidad” de la frontera con Haití, que explica la oleada de haitianos pobres que la cruzan ilegalmente para realizar tala de árboles en zonas montañosas, donde a pesar de los esfuerzos de las Fuerzas Armadas ha sido difícil impedir el funcionamiento de hornos para quemar carbón. La zona fronteriza del sur es el más claro ejemplo.
Ese carbón es trasegado hacia Haití, tanto por tierra como en barcazas, convirtiéndose en un verdadero negocio que involucra a cómplices dominicanos, tanto civiles como militares.
La extracción de materiales de construcción de los ríos, sin una supervisión adecuada, amenaza con destruir sus lechos, dejándolos casi agonizantes, con repercusiones graves en el suministro de agua potable y la desaparición de la vida animal y vegetal de los acuíferos afectados.
Según los expertos, entre los problemas que se derivan de esa extracción incontrolada se citan la sobreexplotación del cauce y las márgenes del río, rotura de la pendiente de equilibrio del río, ramificaciones del cauce, con lo que aumenta la evaporación y los niveles de infiltración hacia el acuífero, contaminación de las aguas superficiales y subterráneas con lubricantes y combustibles, e incremento de la cantidad de sólidos en suspensión, limitando el aprovechamiento de las aguas debajo de la explotación,
Pero además produce depresión del nivel freático en las tierras aledañas, erosión de las tierras agrícolas en los predios adyacentes, modificación de la dinámica hidrológica (estiajes más pronunciados, avenidas incontroladas, desbordes e intermitencias.) daños a infraestructuras por el reclamo, remontante del río (carreteras y caminos, muros embalses y contra embalses, puentes y edificaciones) pérdida de la vegetación que protege los ríos y garantiza su estabilidad biológica, disminución de la calidad de vida de la población, aumento del desempleo y la migración al perderse la actividad agropecuaria y pesquera.
Entre los ríos afectados por estos problemas figuran Nigua, Yaque del Norte, Yaque del Sur, Camú, Yásica, Ocoa, Nizao, Haina, Yubazo, Yuna, Chavón, Sanate, Higuamo y San Marcos, entre otros. Esto se suma a la contaminación que los afecta, producto de empresas que vierten desechos en los ríos desechos contaminantes, y la basura que arrojan a ellos los conglomerados humanos residentes en sus riberas, problema que crece cada día en todo el país.
La basura
El caso de la basura es otro cantar. Cada día, las ciudades de todo el país y sus comunidades aledañas sufren impotentes la acumulación de basuras y materiales sólidos que afectan su calidad de vida, sin que a los alcaldes parezca importarles la salud de quienes los eligieron.
Las excusas son permanentes: carencias presupuestarias, falta de equipos o inexistencia de vertederos. Sin embargo, aparece dinero para las abultadas nóminas derivadas del clientelismo político y, en muchísimos casos, se citan manejos dolosos de los fondos.
Esta acumulación de basura en los centros urbanos y rurales constituyen un grave peligro para la salud, pues es caldo de cultivo para la propagación del brote de cólera existente, que ha cobrado más de 135 vidas; hace proliferar las alimañas, entre ellas las ratas y ratones, transmisores de la leptopirosis, además de moscas y cucarachas. Santo Domingo y Santiago son penosos ejemplos de esa situación de abandono, para apenas mencionar las dos ciudades más importantes.
Los gastos hospitalarios para tratar a pacientes víctimas de enfermedades relacionadas con la basura son sumamente superiores comparadas con las inversiones que se requerirían para recogerla. Pero los flamantes alcaldes poco hacen, porque están más pendientes de construir pequeñas obras cosmetológicas, que eliminar los vertederos en las ciudades y sus barrios.
La falta de educación de los ciudadanos, también hay que decirlo, contribuye mucho al mantenimiento de esa situación, pues son muchos los que arrojan la basura a las calles sin respeto a los demás, situación que obstruye los hidrantes y determina que cuando llueve se conviertan en verdaderos lagos.
La superación de esos obstáculos para lograr un mejor ambiente y calidad de vida es indispensable en nuestro país. No bastan los discursos de los políticos, ni los seminarios o eventos similares para repetir lo que se sabe. Son necesarias acciones concretas, capaces de motivar a los ciudadanos a aportar ideas e involucrarlos directamente en las tareas a emprender, algo de lo que también se han olvidado los gobernantes y los alcaldes.
[email protected]
La basura
El caso de la basura es otro cantar. Cada día, las ciudades de todo el país y sus comunidades aledañas sufren impotentes la acumulación de basuras y materiales sólidos que afectan su calidad de vida, sin que a los alcaldes parezca importarles la salud de quienes los eligieron.
Las excusas son permanentes: carencias presupuestarias, falta de equipos o inexistencia de vertederos. Sin embargo, aparece dinero para las abultadas nóminas derivadas del clientelismo político y, en muchísimos casos, se citan manejos dolosos de los fondos.
Esta acumulación de basura en los centros urbanos y rurales constituyen un grave peligro para la salud, pues es caldo de cultivo para la propagación del brote de cólera existente, que ha cobrado más de 135 vidas; hace proliferar las alimañas, entre ellas las ratas y ratones, transmisores de la leptopirosis, además de moscas y cucarachas. Santo Domingo y Santiago son penosos ejemplos de esa situación de abandono, para apenas mencionar las dos ciudades más importantes.
Los gastos hospitalarios para tratar a pacientes víctimas de enfermedades relacionadas con la basura son sumamente superiores comparadas con las inversiones que se requerirían para recogerla. Pero los flamantes alcaldes poco hacen, porque están más pendientes de construir pequeñas obras cosmetológicas, que eliminar los vertederos en las ciudades y sus barrios.
La falta de educación de los ciudadanos, también hay que decirlo, contribuye mucho al mantenimiento de esa situación, pues son muchos los que arrojan la basura a las calles sin respeto a los demás, situación que obstruye los hidrantes y determina que cuando llueve se conviertan en verdaderos lagos.
La superación de esos obstáculos para lograr un mejor ambiente y calidad de vida es indispensable en nuestro país. No bastan los discursos de los políticos, ni los seminarios o eventos similares para repetir lo que se sabe. Son necesarias acciones concretas, capaces de motivar a los ciudadanos a aportar ideas e involucrarse directamente en las tareas a emprender, algo de lo que también se han olvidado los gobernantes y los alcaldes. [email protected]