MADRID.-Muerto
se quedó en la soledad. Nadie lo conocía. Sólo lo reconocía el silencio.
Son estampas diarias del diario de la vida. Se precisa una dimensión humana
contra el aumento de la sinrazón. Para nada me interesa el esfuerzo financiero
en defensa. Lo que hay que defender es el pan de cada día y el buen reparto de
ese pan. Eso de recapitalizar la banca es la mayor injusticia del siglo. Una
puñalada más al llanto de los pobres. Todo lo que se derrocha, todo lo que
dilapidan las clases pudientes, se clava como un puñal en el corazón de los
hambrientos. Lo sabemos pero hacemos bien poco por evitarlo.
Sobre
el mundo negro de los indigentes se escriben a todas horas historias que todos
conocemos, historias a las que nos hemos acostumbrado, historias que jamás
debieron escribirse a fuego humano. Es la consecuencia del dominio del más
fuerte sobre el débil. La vuelta atrás y la revuelta a la necedad. Mucho amor
propio pero falta el amor a los que nadie quiere. Se encuentra en cada esquina
el puñal de los poderosos. Habita el amor de intereses, no el amor verdadero,
aquel que no espera ser recompensado. En las prisiones de muchos países sólo
hay pobres. Algunos de estos desheredados su único delito es haber cruzado
ilegalmente las fronteras en busca de un trozo de luz para poder vivir. No
entiendo nada. Nada entiendo. ¿Por qué representan una amenaza para la sociedad
estas gentes pobres, casi siempre grandes de corazón? Que me lo expliquen.
Considero
que tenemos toda la humanidad una obligación moral, ciertamente unos en mayor
proporción que otros, de ayudar a los que no pueden levantar cabeza y de
prevenir que no haya derramamientos de sangre. Váyanse los puñales. Son la
madre y el padre de todos los crímenes, en un planeta adormecido por los
encantos de la farsa, que proviene mayoritariamente del disfraz de los
poderosos. Pienso que lo característico del tiempo actual no es la inseguridad,
sino el caudal de pobres que continúan siendo aplastados por los ricos.
Reflexiono sobre un reciente dato de UNICEF, donde se dice que: todavía
aumentando el 50% de productos nutritivos el año que viene, este incremento
sólo alcanzará para suplir las necesidades de apenas el 15% de los niños que
afrontan la muerte por inanición. ¿Cómo permanecer indiferentes ante los escalofriantes
datos de que más de veinte millones de niños en todo el mundo sufren de
desnutrición aguda? Que me lo digan.
Seguimos
sin escuchar las voces de los pobres y marginados, continuamos sin oírles, sin
prestarles atención, sembrando puñales y mirando hacia otro lado, y así va el
mundo, de mal en peor. Pero como dijo el filósofo, el mundo también nace en
nosotros, esa es la esperanza que nos queda a los que soñamos con un planeta
más humanitario. Todas las vidas merecen ser salvadas de la hambruna y, ese
debe ser el primer y prioritario desvelo de toda persona, que se precie de ser
humano.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
5 de octubre de 2011