MIami, Florida.-Sin importar como terminaron las historias
de esos pueblos, hemos visto como los pueblos al final se imponen a lo que
parece imposible de vencer: El poder y el dinero. Trujillo se encontraba
tan seguro de su poderío militar y económico que transitiva sin escoltas por
todo el país con su ley de horca y cuchillo. Ese monstruo fruto del miedo y la
adulonería fue víctima del odio que fue sembrando a su paso, sus propios
“amigos” y “compadres” sintieron repugnancia, se armaron de valor
para ajusticiarle e iniciar el derrumbe de la mas oprobiosa, humillante y
sanguinaria dictadura de nuestra historia republicana.
Así en todo latino América hubo
ejemplos de ese momento en que los pueblos se jartan de ser burlados y
humillados, de ser sometidos a la mentira y la repetición de las promesas, de
mantenerle en el circulo vicioso de la pobreza, de la ausencia de las
principales necesidades humanas, de la inversión de sus recursos en proyectos
medalaganarios, alejados de las necesidades reales de los pueblos y productores
de riquezas personales.
Hoy en la Republica Dominicana no solo hay
una saturación de peledeismo, hastío de la reiteración de las practicas de las
políticas del gobierno en la misma dirección que solo generan más desasosiego y
desesperanzas. El país ve con asombro cómo, luego de casi 12 años de
gobierno, del mismo partido y el mismo presidente; se hacen promesas de
solucionar temas nacionales que fueron identificados en el primer cuatrienio
iniciado un lejano 16 de agosto de 1996.
Es posible que ese partido, cuyos
objetivos de moralidad, de honradez y desarrollo en la administración pública,
como contrapeso de los yerros que denunciaba de gobiernos anteriores, hoy sea
considerado por organismos internacionales, por las mayorías de las encuestas
nacionales, por los diplomáticos norteamericanos y las organizaciones de la
sociedad civil, la iglesia y la oposición como el gobierno más corrupto de la
historia republicana dominicana.
Es posible que ese gobierno y sus
principales dirigentes, que exhiben grandes riquezas, mansiones, autos
multimillonarios, casas y apartamentos en ciudades extranjeras, gastos
exagerados en cosas que apenan a sus antiguos amigos.
Es posible que el Partido de la Liberación
Dominicana se niegue a cumplir la leyes negándose a consignar el 4% del PBI,
mientras sin sonrojo mantiene una nomina diplomática que triplica la que criticaba
al PRD, que dispone de miles de millones de pesos para continuar con su
proyecto de trenes, mientras el país no tiene recursos para la educación, para
combatir la criminalidad que baña el país de sangre, para solucionar los
problemas de electricidad, para fomentar la producción del campo, para darle un
presupuesto justo a la UASD.
Un partido, que como el PLD, todo lo hace
planificadamente y en consonancia con su liderazgo, que su Comité Político todo
lo somete a estudio y aprobación, que se cuidan hasta para violar la ley en
cosas tan nimias como la defensa de Euclides Gutiérrez Feliz al negarse a pagar
la electricidad que consume en una exhibición de poder y altanería.
Un partido que se ha apoderado de todas las instituciones democráticas que
suponen ser equilibradas, haciéndose de las herramientas para impedir reclamos,
justicia y aplicación de la ley. Poder y dinero, decir que 40 mil
millones ganaran las elecciones, es reiterar que no se someterán al juego
democrático de las elecciones, que no participaran de manera igualitaria con la
oposición, que usaran el presupuesto nacional sometido para imponerse, haciendo
en tres meses lo que se han negado a hacer durante 7.
Pero hay una historia, este pueblo ya ha
salido adelante cuando se ha dispuesto a salir de un gobierno, recuerden al
todo poderoso Joaquín Balaguer y los funcionarios que se creían dueños
del pais y las Fuerzas Armadas de ese entonces que se negaban a respetar la
decisión del pueblo. Hipólito Mejía, por suerte, es un gran demócrata alumno
del más grande líder que ha dado la Republica Dominicana José Francisco Pena
Gómez; eso nos asegura que la Republica Dominicana podrá iniciar la
recuperación de la tranquilidad, de la alegría y la democratización de las
instituciones.
Hipólito Mejía, un presidente que ni mato
ni robo, que integro a todo el partido en su gobierno, que prestigia el campo,
que prestigia las políticas sociales y que cree en la gente; tiene el
liderazgo, tiene el prestigio nacional y el pulso para retomar el rumbo
nacional hacia la felicidad de un pueblo que hoy vive prisionero y sin
esperanza.