MADRID.-La mujer lo representa todo en la vida de la humanidad, como madre, esposa, hija,
hermana; como ser laborioso, siempre dispuesta a llevar la carga como
incansable trabajadora. Ya lo sabemos, pero tenemos que reconocer ese gran
valor y esa gran valía social.
Realmente, cuesta entender que aún muchos de los
problemas de las mujeres sean un problema de género, o sea, un problema en
parte activado por los hombres. Para desdicha de todos, somos herederos de graves
contiendas culturales que han dificultado su camino, hasta el punto de ser
despreciada su dignidad, olvidada en sus derechos, marginada habitualmente de
ámbitos que deciden e incluso reducida a un mero objeto del deseo. Ciertamente,
todavía queda mucho por hacer en buena parte del mundo, para que ser mujer no
comporte una discriminación. Se trata de una acto de justicia, pero igualmente,
de un acto de necesidad, para poder seguir avanzando en la unión y en la unidad
de un planeta en el que sus moradores no establezcan distinciones entre seres
humanos.
El
liderazgo de las mujeres también está ligado a la paz. ¿Cómo no reconocer y
aplaudir, para que al menos sirva de referente, la obra pacifista de tantas
mujeres en los diversos contextos culturales?. Me parece, pues, todo un acierto
la decisión de otorgar el Premio Nobel de la Paz a la presidenta de Liberia, Ellen
Johnson Sirleaf; y a las activistas Leyman Roberta Gbowee, también de Liberia,
y Tawakul Karman, de Yemen. Es una gozosa noticia que bien vale la pena
celebrarla y difundirla. El agradecimiento es la parte principal de un hombre
de bien, dijo Quevedo, sabedor de que sembrando bienes encontramos nuestro
propio bien. Pienso, en consecuencia, que es muy saludable para toda la
humanidad agradecer y ser agradecidos; agradecer el gran papel que desempeñan
las mujeres cultivando ese liderazgo silencioso, con mil trabas en demasiadas
ocasiones, pero que persisten, y, por ello, estamos obligados a corresponder
con el aplauso a su entusiasmo pacifista. En este sentido, subrayo lo que dijo
el Secretario General de Naciones Unidas, Sr. Ban ki-moon: "El premio no
podía ir a mejores manos". Estas mujeres acrecientan el ejemplo de mujeres
que han sabido afrontar con éxito difíciles situaciones de explotación y violencia,
y creo que la concesión del Nobel hará
reflexionar al mundo sobre el papel indispensable de la mujer en el mundo de
hoy. Necesitamos de sus voces como jamás.
Pienso
también en el liderazgo de las mujeres rurales; depositarias de tantas luchas
por la supervivencia a través de sus conocimientos tradicionales. Considero,
igualmente esencial, celebrarlo el quince de octubre con todos los honores y
glorias, como reconoce Naciones Unidas, desde la perspectiva del reconocimiento
a su generosidad y grandeza. Ellas son las productoras de la mayoría de los
alimentos del mundo, pero casi nunca se les corresponde con la gratitud; suelen
ser agricultoras y ganaderas, y a la vez, las encargadas de los cuidados y de
la administración del hogar. Ellas son las grandes heroínas de poner paz y una
sonrisa en las familias, pero tampoco se les suele corresponder con la ofrenda
del aplauso. Ellas son, en suma, la fuerza laboral agrícola en gran parte del
mundo en desarrollo, y, consecuentemente, son las primeras que contribuyen a la
seguridad alimentaria. Por consiguiente, creo muy importante apoyar el papel de
estas mujeres de ámbito rural, sobre todo asegurándoles a sus hijos la
educación primaria. Es la mejor forma de reconocerle su entrega al duro cultivo
de los frutos de la tierra, librando a la humanidad del hambre.
Las
mujeres y los hombres, en plena igualdad, han de liderar unidos el cambio en el
mundo, poniendo fin al cáncer de la violencia de género. Para dolor de la
especie humana, a muchas mujeres y niñas se les sigue privando del derecho a
vivir libres de toda discriminación, violencia y pobreza. Por estudios
realizados, se sabe que los países con una mayor igualdad de género tienen una
economía más saneada y un crecimiento más generalizado y menos excluyente. Mal
que nos pese, el liderazgo de las mujeres es vital si queremos salir de la
actual crisis mundial. A propósito, convendría reflexionar sobre la idea
vertida por otra de las líderes, Michelle Bachelet, que apunta a la fortaleza
de las mujeres, a la tenacidad de las mujeres, y a la sabiduría de las mujeres
como el recurso más desaprovechado por la especie humana. Evidentemente, el
desafío consiste en mostrar cómo este recurso puede ser utilizado de una manera
efectiva que nos beneficie a todos y a todas, es decir, a la humanidad entera. También
es público y notorio que allí donde las mujeres están plenamente representadas,
las sociedades toman una perspectiva más pacífica, más segura y, por ende, más
humana.
Hombres
y mujeres deben poder optar a la emancipación humana en plena igualdad. La
mujer lo suele tener arduo en numerosas naciones. Es ineludible, luego,
estudiar a nivel global, modos de trabajo que propicien la inclusión, de
manera, por ejemplo, que la maternidad no implique para la mujer una exclusión
automática e injusta del trabajo. A mi juicio, hay que empezar recuperando la
dimensión femenina en todas las culturas y ponerla realmente en práctica.
Frente a tantos retos de nuestro tiempo, tan corruptos de amor y tan crecidos
de tensiones, estimo más urgente que nunca la manifestación del liderazgo de
las mujeres, que asegure en toda circunstancia la sensibilidad por la vida y la
pasión por sostener el esfuerzo de construir la convivencia bajo el signo de
una dignidad mundializada, no tanto en el feminismo ni en el machismo, sino en
el ser humano como persona.
9 de octubre de 2011