Héctor Augusto Cabral Ortega –el camarada–, fue un reconocido abogado, criminólogo de las grandes causas perdidas, historiador político de tiempos muy contemporáneos, catedrático puro, gremialista, y defensor de la universidad del pueblo; compositor y el principal abogado defensor de los presos políticos durante el oprobioso gobierno del Presidente Joaquín Balaguer Ricardo. El tiempo que le tocó vivir lo forzó a convertirse en defensor de los derechos humanos, posteriormente fue un consagrado representante de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en foros internacionales, en asuntos de criminología, en los que siempre estuvo presente la función universitaria frente al fenómeno de la criminalidad y la cuestión política, de la que él mismo fue testigo.
Espíritu noble, sensible, albergó ideales humildes, pero claro, y fraguó una personalidad en los peligros de los años difíciles de la Era de Trujillo. Su paso por la universidad le reveló el sino del hombre rebelde, irreductible, y luchador de los intereses sociales más excelsos. Allí conoció y mantuvo relación estrecha con muchas personalidades, muchas de las cuales fueron vejados, exterminados y asesinados, en centros de horror y de muerte. Algunos de ellos, hoy sobrevivientes, gracias a que fueron asistido en sus medios de defensa por él, con firmeza, valor y entereza, en contra de la justicia represiva; todas estas cualidades atestiguan de su extraordinaria proeza, que contribuyen con sus testimonios, a esta necrología, que nos obliga a conmemorar el tercer aniversario de muerte, un 24 de agosto de 2008.
Lo recordamos por ser, sin duda alguna, uno de los más fructíferos intelectuales en la investigación criminológica nacional, colaborador incansable de cónclaves y otras ocurrencias científicas de la que dejó constancias en sus innúmeras publicaciones, conferencias y escritos y correspondencias.
Profesional excepcional, reunió las más excelsas condiciones al servicio del saber de la criminología, y litigó siempre en favor de las causas perdidas. Un gran amigo, de inteligencia brillante; a los que le conocieron bien, les profesó cariño y admiración. Personalmente, guardo de él una idea genuina, en una tarde de afanes tribunalicios, platicando sosegadamente frente al académico integral, gran visionario, sobre el cómo la criminología puede ser en nuestro país un sistema de investigación-acción:
– «Tenemos criminalística, pero no tenemos criminología. Aunque la primera es empírica y autoritaria» –me dijo.
El doctor Héctor Augusto Cabral Ortega fue un paradigma de compromiso, de estilo aventurero, vida simple, elegante, a veces bohemia, pero, sobre todo, un docente ilustre. Su aporte al pensamiento criminológico dominicano será inolvidable para las futuras generaciones.
En una carta fechada el 28 de junio de 1985, año en fue designado en el Instituto de Criminología y Asistencia Jurídica (que fue como se creó), el Director del Departamento de Derecho de entonces, doctor César Pina Toribio, le informa que no podía complacer una solicitud suya, del Oficio 240 del 26 de los corrientes, porque el Reglamento del Instituto no había sido aprobado por el Consejo Técnico. Lo cual da cuenta de que, sin importar su situación en la Academia, de inmediato procuró el funcionamiento de éste.
Hoy decimos que nunca obtuvo un reconocimiento real de parte de los posteriores directivos del organismo de Criminología. Ningún reconocimiento que fuera importante, por su labor tesonera y constante en asuntos propios de la criminológica.
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