Campesinas de República Dominicana, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Paraguay y Perú organizaron la pasada semana un acto regional de “activismo fotográfico” para recordar a las autoridades del continente y a la comunidad internacional sus propuestas y demandas en el marco del Día Mundial de la Mujer Rural (15 de octubre) y el día Mundial de la Alimentación (16 de octubre).
Las mujeres se reunieron en plazas de las principales ciudades de sus países, allí se tomaron una fotografía sosteniendo una pancarta en la que se leyó el fragmento de una frase que sólo está completa cuando se coloquen juntas las fotos tomadas en los ocho países: “Exigimos tierra e inversión, reconocimiento y justicia. Nuestra lucha CRECE”.
Productoras de alimentos
Las mujeres productoras son un sector tradicionalmente excluido. Si bien los sectores rurales en general son los más pobres en los países de Latinoamérica, esta situación se acentúa más aún en el caso de las mujeres. En República Dominicana, por ejemplo, según un informe de la CIECA (Centro de Investigación –Económica para el Caribe) de 2008, la tasa de desempleo en mujeres casi triplica la de los hombres.
En Colombia, las mujeres jefas de hogar en zonas rurales ganan el 41% menos que los hombres en las mismas áreas.
Por otra parte, en Honduras el 29% de la población rural es analfabeta, donde los mayores índices de analfabetismo en la ciudadanía femenina se presentan en la población mayor de 35 años. La tasa de analfabetismo de la mujer urbana es de 9.8 y de la rural de 25.7, según datos del instituto Nacional de Estadísticas (INE). “Organicémonos porque al estar organizadas adquirimos mejor conocimiento que nos sirve tanto en la casa como en la sociedad. Valemos y podemos tomar decisiones y dar opiniones. Ahora podemos tomar parte de organizaciones. Hay mejores condiciones de vida al estar organizadas. Alcanzamos metas o propósitos si estamos organizadas” dice al respecto Orfilia Quintanilla, vocal de la junta directiva del Comité de la Feria de Ventas de Productos Agrícolas de San Marcos (Honduras).
Existe una necesidad de aumentar masivamente las inversiones en las pequeñas agricultoras y pastoras, como una manera de empoderar a las mujeres rurales para mejorar la seguridad alimentaria de familias, comunidades y países enteros. “Sin embargo, aun si estas inversiones se llevan a cabo, es probable que no sean suficientes para cerrar la brecha del género en la agricultura, impulsar la producción, mejorar la seguridad alimentaria, y empoderar a las mujeres. Los estados deben mirar también a los niveles bajos de alfabetismo, leyes y prácticas discriminatorias con respecto a derechos de tenencia, herencia y acceso a servicios e información financiera, falta de servicios sociales adecuados en comunidades rurales, y violencia constante contra la mujer”, señala la coordinadora de la campaña CRECE de Oxfam para Centroamérica y Caribe, Ana Eugenia Marín.
“Pese a nuestro aporte a la economía familiar y a la alimentación nacional, padecemos los más altos índices de pobreza y analfabetismo, somos víctimas de violencia, nuestra salud es precaria y nuestro trabajo subvalorado pues solo el 4.7% de productoras rurales posee un título de propiedad debidamente registrado”, sostuvo Lourdes Huanca, presidenta de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas Nativas y Asalariadas del Perú (Femucarinap). “No estamos pidiendo regalos; pedimos que se hagan cumplir nuestros derechos a un trabajo digno, a una seguridad y soberanía alimentaria, a una vida sin violencia de género”, concluyó.
<b>Mayor acceso a la tierra</b>
Latinoamérica es una de las regiones con mayor concentración de la tierra, y ésta es una de las razones fundamentales de la desigualdad de la región. En el caso de las mujeres, este problema se acentúa. En Perú, por ejemplo, pese a que las cifras oficiales señalan que las mujeres son el 20.3% de los productores, sólo poseen el 4.7% de la tierra. Paraguay, por otro lado, es el caso más extremo de concentración de la tierra: las pequeñas fincas (83.5% de las explotaciones) ocupan menos del 5% de la tierra de cultivo, mientras que los grandes propietarios acaparan más del 95%.
En República Dominicana, a pesar de la aprobación y entrada en vigor de la ley que reconoce el derecho a las mujeres para ser beneficiarias de parcelas en el marco de la reforma agraria, la situación no ha mejorado visiblemente.
En 1994 se asentaron un total de 87.743 parceleros de los cuales 7.5% correspondió a mujeres. En el año 2000 se reportó 102.665 asentamientos de la reforma agraria de los cuales un 10% corresponden a mujeres. Aunque las cifras muestran un aumento, éste no es significativo.
En 6 años el aumento registrado fue de 2.5 puntos porcentuales, lo que demuestra que no es una distribución equitativa ni mucho menos igualitaria.
Es necesario crear mayor conciencia entre los dominicanos y dominicanas en torno el tema de género y desarrollo. La discriminación económica, la pobreza y la violencia doméstica continúan siendo problemas recurrentes de las mujeres dominicanas.
En Guatemala, sólo el 8% de las tierras productivas a pequeña escala son propiedad de mujeres rurales. “La violencia para la mujer es el no tener tierra. En segundo lugar, el no tener una vivienda digna. Así estamos siendo violentadas por el estado. No tener una educación: estamos siendo violentadas, no tener una buena salud: estamos siendo violentadas y no tener una alimentación digna: somos violentadas” dice Senaida Cosagua del Comité de Unidad Campesina (CUC) en la comunidad de San Basilio (Guatemala).
Finalmente, en El Salvador, la reforma agraria sólo benefició al 11.7% de las mujeres campesinas en su primera fase y al 10.5% en la tercera, según señala el informe Género y propiedad en el salvador de PRISMA. “Deberíamos de tener tierra igual que el hombre porque somos mujeres inteligentes y sabemos cómo cultivarla. Por ejemplo, en este paso que estamos dando de los huertos caseros (un proyecto productivo y asistencia técnica para mujeres), ¿qué necesitamos? Un pedacito de tierra para darle seguimiento al cultivo de esos huertos caseros, para asegurar así nuestra alimentación sana.” dice Ana Cecilia Ramírez del municipio salvadoreño Chalatenango.
Las mujeres comparten la preocupación por la concentración de la tierra, fenómeno que en unos países es una realidad de antigua data mientras que en otros está reapareciendo. En los países en los que, como Colombia, se debaten leyes marco, se propone que las mujeres sean también favorecidas en los procesos de adjudicación. “Las demandas de las mujeres a lo largo de la región debieran ser escuchadas”, remarcó Asier Hernando coordinador de la campaña CRECE en Sud América, “no sólo porque es su derecho, sino porque demuestran un conocimiento profundo de la realidad del campo y una clara identificación de las áreas que se necesitan cambiar para disminuir la pobreza y asegurar una producción sostenible de alimentos”.
Más información:
Descargue el montaje final con las ocho imágenes y cada una de ellas por separado en:
http://www.4shared.com/folder/bvtfvpUZ/15oct_-_Mujeres_Rurales_FOTO_F.html
Nota al editor:
Según la FAO, si las mujeres dispusieran de los mismos recursos que los hombres podrían producir 20-30% más que lo que producen actualmente y se podrían alimentar 100-150 millones más de personas. Es decir: si se respetaran los derechos de las mujeres pequeñas productoras, habría un aumento de 2.5 – 4% de la producción agrícola de los países en vías de desarrollo, y una disminución de entre 12 y 17% de la desnutrición en el mundo – sólo por emparejar el terreno entre hombres y mujeres.Trabajan entre 14 y 16 horas diarias en actividades de cuidado del hogar y la familia, producción y procesamiento de alimentos y cría de animales.Las mujeres productoras son con frecuencia las principales productoras de cultivos de subsistencia, las encargadas de la recolección de agua y leña para sus familias y -también- las promotoras de la organización de sus comunidades, quienes exigen el cumplimiento de los derechos de todos y todas.Alrededor del mundo, 600 millones padecen hambre y tienen cada vez menor acceso al agua y la propiedad de la tierra. Las débiles o inexistentes políticas públicas dirigidas a las mujeres productoras las exponen cada vez más a los efectos de inundaciones y sequías, las obliga a migrar a las grandes ciudades y aumentar -aún más- su jornada de trabajo para lograr incrementar sus ingresos.
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