En las aguas de tiempo se ahogan mil sueños
que deberíamos recuperar, como el sueño de la construcción de un mundo más sensible
a los problemas ajenos. A veces, vamos quemando los instantes como si
tuviésemos un corazón de piedra. De pronto, parece como si hubiésemos mutilado
todas las manos inocentes.
Somos capaces de levantar una hoguera de fuego
contra algún individuo considerado enemigo y de reunirnos para celebrarlo. Por
desgracia, se dan los asesinatos selectivos y los muertos por violencia nos
desbordan, los francotiradores desde cualquier esquina apuntan
indiscriminadamente contra todos, y la criminalidad se apodera del planeta como
jamás. Por consiguiente, hacen falta héroes de paz; cuántos más, mejor; líderes
coherentes con lo que manifiestan, personas favorables a destruir todas las
armas, gobiernos laboriosos en devaluar el valor de los artefactos, seres
humanos preparados para activar el cultivo de la generosidad y no la venganza.
Estamos
acostumbrados a ir "contra" el que piensa distinto, en lugar de ir
"entre" todos profundizando en aquello que nos une. Ahí radica el
avance y el entendimiento de culturas. La unidad no crece mediante el miedo o
la fuerza, sino desde el conocimiento y el diálogo verdadero. Hoy son muchos
los que dicen que no debemos dejar de luchar por la paz, pero pocos los que
piensan que el planeta tiene que desarmarse. Hoy son muchos los que expresan
sus deseos de trabajar por el bien común, pero pocos los que piensan bajarse
del pedestal de los poderosos, y dejar de trabajar para sí. Hoy son muchos los
que hablan de promover campañas para poner fin a la violencia contra la mujer,
pero pocos los que luchan contra este delito con la mano tendida. Hablar cuesta
bien poco, otra cosa es implicarse y aplicarse en cerrar las fábricas de armas
y en trabajar por la justicia, como lo vienen haciendo los cooperantes,
verdaderos héroes de nuestro siglo, siempre dispuestos a dejarse la vida por
ayudar a salir adelante pueblos aplastados, recomponiendo con su entrega vidas
humanas.
Desde
luego, resulta difícil comprender el secuestro o la muerte de los cooperantes.
Lo único que pretenden es asistir humanamente a los desvalidos, aliviar el
sufrimiento y ser portadores de esperanza, frente a tantos ríos de dolor. Ellos
son un referente, o deben serlo, para todos nosotros, para aquellos que
aspiramos a examinar nuestro propio quehacer en favor de los demás, de las
personas que son víctimas de conflictos, catástrofes y miserias. Así, tras las
guerras, por muy justa o injusta que sea, siempre queda una estela de
desgracias y de recelos, que precisan asistencia humanitaria. Me viene a la
memoria la estampa de miles de libios celebrando la declaración del fin de la
guerra. Ahora va a ser necesario, no sólo asistir a los desprotegidos, sino
también estar observantes a los cauces de diálogos que se establezcan, para que
la democracia y la prosperidad alcance a todos.De igual modo, observo la euforia española de la disolución de la banda
terrorista ETA. Se desactivan, pero siguen armados. Igual que sigue armado el
mundo, aunque todo el mundo hable de paz.
Ciertamente,
coexistimos en pura contradicción, a pesar de que los ríos del dolor debieran
hacernos reflexionar y, por ende, cambiar de comportamiento. Indiferentes o
cobardes, las injusticias gobiernan el planeta, con los mismos poderes
corruptos y con las mismas manos manchadas. Las políticas que promueven el
crecimiento y la economía son discriminatorias a más no poder y, lo peor, es
que continúan siendo poder. La
igualdad de oportunidades es una eterna estrofa olvidada que nadie quiere
avivarla. La solidaridad también es más de lo mismo, palabras, sólo palabras,
cuento, sólo cuentos, en un mundo de tragicomedias. Y el respeto a los derechos
humanos, otra novela más, con final esperpéntico, puesto que todo se deforma
según el interés del poder de turno. Seguimos, en consecuencia, precisando de
la asistencia humanitaria, porque ante tantas injusticias sociales, es
complicado que se pueda vivir en condiciones seguras y con dignidad.
Concluiré,
pues, apostando por esos cooperantes, los únicos ángeles de la vida que nos
quedan y en los que sí que nos podemos apoyar ante la riada de dolores, muchos
de los cuales ya son mártires de esta época, caracterizada sobremanera por la
inmoralidad de sus dirigentes, a los que la historia les reconocerá por la
diversidad de juegos sucios e inhumanos que han fomentado con sus políticas, y por
las multitudes de castillos en el aire, plantados con la mentira, hasta
convertirlos en moneda de curso. La realidad es el espejo de las manzanas
podridas e insensibles. Los hechos descubren la mayor injusticia social. El80% de la población mundial (según datos de
la ONU de febrero de 2011) carece de una protección social adecuada y las
inequidades son cada vez mayores, además de que aumenta el número de personas
pobres, vulnerables y marginadas. La ausencia de esta justicia social, a mi
manera de ver, es un retroceso, por mucho fervor democrático que mostremos. El
mundo está lleno de demócratas de boquilla, que hablan por todos, también por
los que no les dejan tener voz, que son los pobres de siempre. Y la verdad, que
uno cree en la democracia, pero la que no pone grilletes en los labios de
ningún ser humano, por insignificante que sea, dejándole tomar la palabra.
Porque la palabra de por sí, es lenguaje vivo.
23 de octubre de 2011