Dicen que cuando asesinó a su esposa, jamás le pasó por la cabeza que ese mismo día, terminaría siendo varias veces violado al llegar a prisión y que esa acción se repetiría casi diariamente hasta el día de hoy.
Una lluvia simultánea de golpes de trompadas recibió en diversas partes del cuerpo, cuando se le ocurrió pedirles piedad a sus violadores o nuevos maridos.
Y junto con cada golpe escuchaba; “Toma piedad.. La misma que tuviste con ella”. A partir de ahí,, decidió sufrir callado. Y se acordó de ella. Fue cuando sintió unas lágrimas recorrer su rostro.
Muchos quedaron sorprendidos cuando escucharon al psiquiatra afirmar: “Los asesinos de mujeres son homosexuales reprimidos. Que al no tener el valor de salir del closet y sincerarse con la sociedad, descargan su frustración con la pareja, que en el fondo repudian, porque no es el sexo que realmente le gusta”.
Nunca pensó que la verdadera justicia, la recibiría de sus compañeros o maridos de prisión. Y que esa era una conducta que habían asumido los prisioneros contra los asesinos de mujeres.
Muchos afirman que sin pudor en el presente – el asesino – cuenta; “lo que más me avergonzaba – especialmente los días de visita- al final terminé disfrutándolo; que -todo el día y todos los días – soy obligado a vestir faldas y usar aretes en prisión”. FIN.