Por lo visto, se hace cuesta arriba mantener
la organización y los buenos modales entre quienes coexisten en una metrópoli,
caso de la ciudad de Santo Domingo. En definitiva, eso no es tarea fácil. Peor
aún si tenemos que referirnos a lo que se ha dado en llamar como el Gran Santo
Domingo, donde convive una población que supera los tres millones de
habitantes.
La
interactuación de los servicios, la saturación de éstos, el uso de los recursos
públicos acarrea inconvenientes que, en ocasiones, suele escaparse de las manos
a quienes están llamados a buscar soluciones, entiéndase las autoridades
competentes.
Espero que estas líneas puedan llegar a
conocimiento de Víctor Díaz Rúa, ministro de Obras Públicas; Roberto Salcedo y
Juan de los Santos, alcaldes de la capital y de Santo Domingo Este, y el
general José Aníbal Sanz Jiminián, director de Autoridad Metropolitana de
Transporte (Amet).
Cada uno de esos
funcionarios tiene algo que ver con lo que plantearé en las próximas líneas.
Es un mal crónico, porque no hay solución a la
vista, el hecho de que conductores violen la luz roja de los semáforos. Ello es
así pese a que Sanz Jiminián anunció hace varios meses que iba a ser implacable
con esos violadores de la ley de tránsito. El asunto no pasó de ahí.
Un caso bien patético de esto lo tenemosen la bifurcación de las calles Paseo de los
Locutores con Abraham Lincoln y Lope de Vega. En ‘horas pico’ allí no hay
control de semáforo, no hay ningún agente de Amet, y los conductores se mueven
en medio de un caos que -se puede asegurar- es permanente.
Otro grave problema lo constituyen los
motoristas y conductores de vehículos que en sus desplazamientos utilizan las
aceras, en especial por vías que la mayor parte de las veces están entaponadas,
poniendo en peligro vidas y propiedades.
En infinidad de calles del Gran Santo Domingo,
el Distrito Nacional y municipios del interior, hay negocios instalados en las
aceras, encima de los puentes peatonales, obstruyendo el libre tránsito de los
ciudadanos, que tienen que tirarse a las calles. Si comenzamos a citar nombres
de calles, la lista se haría interminable. Lo que pertenece a la colectividad
no puede estar a merced de un grupo. Y para corregir eso, la autoridad debe
imponerse.
En la avenida Charles De Gaulle hay un tramo,
en dirección oeste-este, justo cuando los conductores dejan atrás el puente
sobre el río Ozama, que debe ser declarado en situación de emergencia. La
enorme cantidad de hoyos a duras penas permiten el tránsito vehicular por allí.
Las tiendas de
repuestos y los mecánicos son los únicos que están contentos, por los daños que
esa situación provoca a vehículos que se atreven a circular por allí.
Y aunque no sean hoyos, lo mismo puede
afirmarse de las protuberancias o “totumas” de cemento que a su paso dejan caer
camiones recicladores de las empresas hormigoneras y que mantienen en situación
crítica un trayecto de al menos 200 metros de la avenida República de Colombia.
Esto es más
notorio en la cuesta o subida que tiene esa vía, en dirección norte-sur, antes
de llegar a la avenida de Circunvalación, de Los Ríos. Esas “totumas” de
cemento se secan en el pavimento una vez es lanzado por los camiones (todo
indica que dejan abierta su mezcladora). Pese a la desfiguración del pavimento,
ninguna autoridad pone coto a esto.
La basura que es
lanzada a la isleta central de la avenida de Circunvalación, en el sector Los
Ríos desentona con el ornato y la belleza de esa importante vía, que sirve de
desahogo en el tránsito desde y hacia las avenidas Luperón y Los Próceres con
Arroyo Hondo, entre otros sectores.
Pese a que se anunció que está incluido en
los trabajos que se hacen del proyecto Viadom, el mal estado de las ‘juntas’
del puente Presidente Troncoso, sobre el río Haina, provoca que el tránsito por
allí se dificulte, y que los conductores tengan que circular con el pie
permanente en el freno.
Los vehículos en
marcha deben detenerse en cada ‘junta’ del puente, por las ‘zanjas’ que se han
formado. Esa situación ya tiene su cuota de accidentes vehiculares.
Fuera del ambiente citadino, en el lejano Sur,
en la carretera Neiba-Duvergé, hay un puente que se fue abajo. El paso
habilitado, muy rudimentario, exige que Obras Públicas preste atención a esa
situación, alto conocida por todos.
Que conste, que estos son solo algunos de los
tantos problemas que a diario deben enfrentar los dominicanos en su
cotidianidad. Y cada una de ellos merece estar en la agenda de los funcionarios
que son responsables directos.