<b>Islamabad, 20 nov (PL) Sin trascendidos públicos, pero en medio de grandes expectativas, el presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, recibió hoy al embajador en Estados Unidos, Husain Haqqani, para tratar lo que ha dado en llamarse el "memogate".</b>
Las máximas autoridades del país llamaron a capítulo al diplomático por supuestamente haber entregado a Washington un memorando en que pedía ayuda, en caso de un golpe de estado, tras la operación que culminó con el asesinato de Osama bin Laden, el pasado 2 de mayo.
De profundas resonancias políticas, el escándalo se inició cuando un influyente ciudadano estadounidense de origen paquistaní, Mansoor Ijaz, escribió en el diario Financial Times que Haqqani le pidió entregarle un mensaje de Zardari al almirante Mike Mullen, a la sazón jefe del Estado Mayor Conjunto norteamericano.
De acuerdo con la versión de Ijaz, tras la muerte del jefe de Al-Qaeda, y ante un eventual golpe de estado, el presidente pakistaní comunicó a Estados Unidos estar dispuesto a asumir el liderazgo militar de su país y cortar todos los lazos con los grupos insurgentes.
Aunque negó las imputaciones, Haqqani presentó la renuncia hace unos días, cuando su nombre salió a relucir como una de las piezas claves de la tormenta. Antes de viajar ayer a Islamabad, el embajador se entrevistó en Washington con el representante especial para Pakistán y Afganistán, Marc Grossman.
Este domingo, el diario Geo News informó que hace unos días un alto oficial de los Servicios de Inter-Inteligencia pakistaníes se reunió en Londres con Ijaz y reunió evidencias suficientes como para demostrar que fue Haqqani quien redactó y transmitió a Mullen el misterioso memo.
Fue solo entonces cuando el jefe del Ejército, general Ashfaq Parvez Kayani, convino en reunirse con el presidente Zardari y el primer ministro Yousuf Raza Gilani, apuntó el cotidiano.
Ejecutada por un comando norteamericano, la operación encubierta contra Bin Laden en la ciudad-guarnición de Abbottabad causó un profundo malestar en las filas del ejército y la sociedad pakistaní por considerarla una violación de la soberanía nacional.
Por esos días se habló mucho de la existencia de un fuerte disenso entre el gobierno civil de Pakistán y su poderoso ejército, una controversia que el misterioso memo ha agravado, mientras suben de tono las exigencias de la oposición para que Zardari renuncie.
El primer ministro negó la existencia de problemas entre las autoridades civiles y militares, y advirtió a los partidos opositores atenerse a la Constitución para iniciar cualquier acción contra el gobierno.
Reiteró además que, escuchadas las explicaciones de Haqqani, solo competerá al presidente si el embajador continúa o no en el cargo.
Según medios de prensa pakistaníes, el diplomático no goza del favor de los militares, que lo ven "demasiado cerca de los Estados Unidos".