La política y el poder político guían el poder electoral. Los hechos económicos, las normativas constitucionales y otras coordenadas pueden estar vivos y presentes en todos momentos, pero el poder electoral, no. El ciudadano es frágil y puede sacrificar la reforma social, olvidarse de los desalojos sangrientos que iniciaron el Metro, produjeron los primeros desahucios urbanos (el Quinto Centenario, puede ser un ejemplo), por el privilegio de votar por un político que ha hecho su trabajo invirtiendo recursos, o uno del tipo del que nunca han oído nada.
Las campañas electorales ejercen una influencia tal en los electores, como la que ejerce el hambre, el miedo a la sobrevivencia, en los más vulnerables de la sociedad. En ese sentido, muchos políticos, a puertas cerradas, se refieren a los humildes como muertos de hambre. ¿Puede lograrse un voto por mitigar el hambre? El poder electoral es sugerido por el deseo; la base del Programa de Solidaridad lo sabe bien, y toma como regla que ese deseo no tenga una importancia política.
El poder electoral es un régimen humano, compuesto de deseos infinitos. No es un amor al poder, porque entonces se convierte en una dominación, y el poder nunca es una propiedad, sino una relación. El disfrute de las elecciones es más fuerte en la gente que en los electos; en las democracias, quienes detentan poder se les llama déspotas. Los que ganan las elecciones disfrutan del poder si luchan por su propio país, pero en el momento que derivan a otros intereses, la población lo llenará de insultos.
El poder electoral es estoico, pero los políticos son todos unos lunáticos. Si un senador hoy es muy rico, y hace unos años era un hombre de economía limitada, entonces, cambió las reglas del poder. Es un ser que nos conducirá al abismo.
Los últimos cien años el poder electoral de la gente ha servido a grupos, y sus pasiones; no a la población y el derecho a defender sus tierras, sus familias. Vencer en las elecciones puede ser un acto de decadencia. Todos los que actuaron como mercenarios de fortuna, son perniciosos para el sistema social. Y nosotros hemos vuelto a cometer ese error.