Puerto Príncipe, 12 dic (PL) A las 16:53 hora local del 12 de enero de
2010 un terremoto sacudió la tierra y la historia de Haití, pero hoy,
cuando falta un mes para los dos años de aquella tragedia, otros
temblores estremecen al país caribeño.
Recorrer esta capital es encontrarse todavía con los vestigios del
sismo las calles siguen llenas de basuras y escombros, las casas y los
edificios están destruidos, las fosas, desbordadas, la gente sin
esperanza.
Unas 300 mil personas murieron como consecuencia del temblor y dos
millones quedaron sin viviendas, de ellos más de 580 mil residen aún en
campamentos donde la situación es cada vez más crítica.
Según la Organización Internacional para las Migraciones la cuarta parte
de los damnificados fueron presionados para que abandonen las carpas en
los últimos seis meses y organismos de ayuda aseguran no dar abasto
para conseguir casas para tanta gente.
Pasan los días y crece el número de enfermos de cólera, una epidemia que
ya dejó casi siete mil muertos, mientras, la Organización Panamericana
de la Salud estima que pueden fallecer otras 500 personas antes de que
termine el año.
Menos dos por ciento de los nueve millones de habitantes del país tienen
acceso al agua potable y casi la totalidad de la infraestructura quedó
destruida.
De acuerdo con datos oficiales, aún quedan por remover más de cinco
millones de metros cúbicos de desechos, una cantidad similar a la
capacidad de dos mil piscinas olímpicas.
Datos de la Red Haitiana de Derechos Humanos indican que en cada
campamento un promedio de 112 personas se benefician de una sola letrina
y solo 18 por ciento de esos lugares cuentan con lavatorios de manos y
cara.
En otros campos, la situación es peor, como en Petit-Goave (sur), donde
hay una letrina por cada 141 personas, una ducha por cada 185 y no
existe ningún dispensario o centro de salud, afirma la institución
civil.
Las cifras aseguran además que solo 48 por ciento de los desplazados accede al agua potable.
Por otra parte, desde finales de noviembre pasado, los planes del
presidente Michel Martelly de reconstruir el Ejército, levantan una
nueva oleada de polémicas y cuestionamientos internacionales hacia
Haití.
Martelly defiende la idea de restablecer las fuerzas armadas nacionales,
desintegradas en 1994 tras múltiples golpes de Estado y acusaciones de
violación de los derechos humanos.
Varias naciones del área consideran la idea un gasto innecesario para la
frágil economía haitiana, además de un potencial peligro para la
estabilidad nacional.
No obstante, el dignatario, que ha criticado en varias ocasiones a la
comunidad internacional por olvidar las promesas de ayuda para la
reconstrucción Haití, se mantiene firme en su posición y creó una
comisión especial para planificar el rearme para inicios del nuevo año.