Por circunstancias del destino, Sonia Perre nació
en República Dominicana: en el batey Lechería, en Villa Altagracia.
Como otros descendientes de inmigrantes haitianos lo hizo marcada por la
discriminación y la violación de los derechos más elementales del ser
humano. <br><br>El hostil ambiente en que creció despertó en ella desde muy
temprana edad la necesidad de combatir las injusticias de que eran
víctimas no sólo los haitianos, sino los domínico-haitianos. A los 13
años ya había sido detenida por participar en una protesta de
trabajadores cañeros. Y a partir de ese momento abraza esa lucha a favor
de los descendientes de haitianos, que culminó ayer con su dolorosa
muerte, y por la cual recibió los más valiosos reconocimientos.<br><br> Con
cuatro hijos que mantener y educar, esa mujer sensible y sublime
encontró siempre el tiempo para defender los derechos de los
domínico-haitianos, sin dar su brazo a torcer ni dejarse sobornar.
Resistió insultos y amenazas, pero, como todo ser de firme convicciones,
mantuvo siempre su frente en alto. Se había convertido en un paradigma
de la lucha contra la discriminación racial tanto aquí como en el mundo.
Un bien tan escaso en estos tiempos como los principios caracterizaron
esa lucha que libró con valentía y determinación, que la catapultaron a
la categoría de heroína. <br><br>Pese a las hostilidades no abrigaba
resentimiento ni rencor. Lo suyo no era el odio. Era el respeto a los
derechos. Su integridad es para que los dominicanos se sientan orgulloso
de que una persona de tan nobles cualidades haya llegado al mundo en su
territorio. Gracias a su denonada lucha, Estados Unidos reconoció su
trayectoria y le entregó, en un acto encabezado por la primera dama
Michelle Obama, el Premio Internacional a las Mujeres con Coraje. Sonia
era consciente de que dominicanos como ella han pagado siempre un
precio por sus ancestros.<div class="article-body-text">
</div>