Cuando
uno lee algo tiene que evaluar, siempre, con qué propósito se escribió. En
qué contexto se nos da a saber. Quién lo
escribió y cosas por el estilo.
Nunca
hay comunicación inocente, inocua, ni sin objetivos. Toda comunicación busca
influir en nuestra percepción, construir en nosotros (que puede ser generar,
reforzar o modificar) una idea sobre algo. Es un artilugio suasorio.
Lo que
escribo también. Y lo que escriben otros. Tiene beneficiarios y también
públicos definidos. Uno puede garabatear aquí algo que no se escribe para
consumo local, sino para audiencias bien específicas de otros países. Todo
tiene un propósito. Toda comunicación tiene un valor estratégico.
Si uno
lee algo, lo lee dentro de un contexto, y el emisor tiene un objetivo con su
escrito. Quiere que pensemos algo, inclinarnos hacia algo, convencernos de
algo. Y que actuemos en consecuencia.
Empecemos
por la credibilidad de la fuente. Por ejemplo, acabo de leer “La Crisis del 1994” del diplomático
canadiense John Graham, editado por Bernardo Vega y su “Fundación Cultural Dominicana”.
Es, en
mi opinión, un intento más que avieso de desinformarnos sobre nuestra historia,
un espléndido ejemplo del estilo de proceder de lo que Orwell tildó de Ministerio
de la Verdad en su alegoría política “1984”. Un esfuerzo por encubrir las cosas, basado en medias
verdades y en mala fe disfrazada de “amor
por esta tierra”.
<p style="font-weight: bold;">
EVALUEMOS LA CREDIBILIDAD DE LA FUENTE
John
Graham es diplomático, es decir, empleado del gobierno de Canadá. Su función es
defender y promover los intereses de Canadá. No los intereses dominicanos ni de
ningún otro país. Es un soldado canadiense, en la medida en que aceptemos, como
diría Zhou Enlai, el taimado canciller
de Mao Zedong, que “La diplomacia es una guerra continua por otros medios”.
Su
papel no es ser justo. Ni juez. Ni cuidarnos. Ni proteger nuestros intereses.
Él es un asalariado del gobierno canadiense y es un celoso guardián de esos
intereses. Si no, su carrera diplomática hubiese finiquitado hace muchos años.
Y
resulta que su país, el que representa, al que defiende y por el cual miente
(recordemos que, como decía Richard Nixon, la “mentira forma parte del arte de la diplomacia”, y él es diplomático;
por ende, en opinión de Nixon, ex-presidente norteamericano, mentiroso
profesional), es uno de los acusados de querer fusionarnos con Haití. Napoleón
expresó: “La diplomacia es la policía en
traje de etiqueta”. O sea, el señor Graham, bajo su traje de etiqueta es un
policía de los intereses de Canadá. Y Canadá, repito, es, junto a Francia y los Estados Unidos, uno de
los tres países que son acusados de querer fusionar los estados haitiano y
dominicano en una sola nación. Destruir Haití y destruir República Dominicana.
¿Y por qué? Ah, porque los haitianos se han convertido para Canadá, Francia y
Estados Unidos en un problema, y prefieren que vengan para acá a que cojan para
allá. Y quieren darles derechos políticos para que no se sientan extranjeros
acá.
Podemos
leer al señor Graham y prestarle la atención debida, siempre que no olvidemos
quién es, a quién sirve y defiende y con qué intereses se identifica. Olvidarlo
sería no ingenuo, sino estúpido.
<span style="font-weight: bold;">LA HISTORIA CÓMO QUIEREN QUE LA CREYAMOS.</span>
El señor
Graham realiza un prodigio de oblicuidad, para dejar aquí y allá sus
activadores narrativos, de forma que, sin que él lo exprese de manera
explícita, nosotros entendamos cómo él, y los Estados Unidos, y Clinton, y la
OEA nos salvaron a nosotros del último fraude que el entonces presidente
Balaguer había cometido.
Suerte
que tuvimos los dominicanos.
Claro,
él lanza un dardo por acá, se escurre por allá, y dice y luego se desdice, buen
diplomático. Intentaré estructurar su relato de forma menos enrevesada… y
diplomática. Esto es lo que Graham nos informa:
El
presidente Balaguer aprobó el montaje de un fraude (Pág. 49), para lo cual
contó con la colaboración del vicepresidente Peynado, pues de una computadora
de su compañía, Delta Comercial, fue que se hackeó el sistema de la Junta
Central Electoral de la época (Pág. 38).
El
fraude consistió en el dislocamiento adrede de unos 45,000 votantes. Parece ser
que los autores del fraude sabían 100% que estos eran votantes perredeístas
(¿cómo sabían que votarían por el PRD? ¡Ah, eso él no lo explica! Magia negra,
supongo), aunque todos los perredeístas reconocidos votaron sin mayor
dificultad. ¿No era más fácil dislocarles los votos a los dirigentes medios o
altos, todos conocidos, que inventar con personas desconocidas? Pero estos son
de los misterios abstrusos de la alquimia del fraude.
El
doctor Balaguer, al tiempo que organizó su fraude, también invitó, cínico
redomado, a los técnicos y observadores
de organizaciones internacionales, para reírseles en la cara. Serían impotentes
testigos del dolo que él montaba y no estarían en capacidad de impedírselo
(Pág. 50).
El
fraude “colosal”, cuyo olor “estaba en el aire” (Pág. 28), impidió a
unos 45,000 votantes ejercer su derecho. Bueno, el número no es tan grande. Graham,
no obstante, lo califica, Pág. 49, de “un
fraude mayúsculo”. Aunque, admitamos que, si el candidato que se proclamó
ganador, Balaguer, lo hizo por una
ventaja de 22,000 votos, esos 45,000 votos no son nada despreciables.
Suponiendo que todos fueran votos para el candidato del PRD, uno de varios que
contendieron.
Pero
hay algo que Graham no nos cuenta; el contexto y los antecedentes de esas
elecciones. Y no lo cuenta porque provocaría otra lectura distinta de dicho
evento.
<span style="font-weight: bold;">¿EN QUÉ CONTEXTO SE CELEBRARON DICHAS ELECCIONES?</span>
En
medio de una crisis provocada por la decisión del gobierno de Bill Clinton de
reponer mediante la fuerza todopoderosa de su país, la primera potencia
mundial, en la presidencia al depuesto Jean Bertrand Aristide, exiliado para
esa época en Washington.
Aristide,
el primer presidente elegido por los haitianos tras la deposición de la
dictadura de Jean Claude Duvalier, fue destronado por un golpe de Estado
encabezado por su Secretario de las Fuerzas Armadas, general Raoul Cedrás.
La
acción de Cedrás reeditaba la vieja solución militar, común en América Latina,
a un gobierno errático que estimulaba los linchamientos con “el collar”: colocarles a los enemigos
políticos una goma de vehículo en el cuerpo que los inmovilizara e incendiarla.
Pero esta vez los militares haitianos se lanzaron a una aventura que destruyó
su institución, las fuerzas armadas haitianas, y prácticamente ha desmantelado al
país.
La
presión internacional para que Cedrás y los militares echaran atrás su decisión
y repusieran a Aristide en el poder, y la renuencia de estos, condujo a un
embargo comercial y de combustibles de parte de Estados Unidos respaldado por
la Organización de Estados Americanos, OEA, y por la ONU.
Y como
consecuencia natural, el embargo comercial y de combustibles contra Haití
provocó un lucrativo contrabando de bienes y combustibles desde República
Dominicana a Haití por nuestra porosa e incontrolable frontera.
Los Estados
Unidos presionaron al gobierno dominicano, encabezado entonces por el Dr.
Joaquín Balaguer para que “sellara”
la frontera y, además, para que aceptará abrir “campos de refugiados haitianos” en territorio dominicano.
Ese
plan, el llamado “Plan Éxodo”, filtrado
por el entonces mayor de la PN Nelson Didiez Nadal, encargado del escritorio de
Haití en la Dirección Nacional de Investigaciones, DNI (el viejo SIM
trujillista al que le cambiaron el nombre), tenía más de 15 ubicaciones de “campos de refugiados” que debía abrir la
República Dominicana para acoger a haitianos desafectos que cruzaran la
frontera.
El
documento oficial filtrado por Didiez pertenecía a la Secretaría de Estado de
las Fuerzas Armadas, estaba catalogado de “Secreto”,
y firmado nada menos que por el entonces Ministro de las Fuerzas Armadas,
general Constantino Matos Villanueva y los oficiales J2 y J3 de esa Secretaría.
Se nos había forzado a aceptar ese desatino. (http://www.ahora.com.do/Edicion1222/SECCIONES/politica2.html)
Ahora
bien, pregúntese usted: ¿tenía la República Dominicana manera alguna de impedir
el trasiego de bienes y combustibles a Haití? ¡Imposible! ¿Han podido los
Estados Unidos, un país súper poderoso, lleno de recursos y personas y medios,
impedir el arribo de inmigrantes indocumentados o de drogas a su territorio? En
forma alguna. Nuestro país carecía y carece de medios que “sellen” la frontera. Eso no es posible.
Lo
segundo, el Plan Clinton, era más
catastrófico.
<span style="font-weight: bold;">¿QUÉ SIGNIFICABA PARA EL PAÍS ABRIR “CAMPOS DE REFUGIADOS”?</span>
Es
importante, primero que todo, entender qué significa un “campo de refugiados” para que entendamos la malignidad oculta tras
la petición.
Un
campo de refugiados es un asentamiento para recibir personas, en dónde se les
asegura un techo, servicios sanitarios y médicos, servicios de higiene y
limpieza, alimentación y protección, normalmente bajo el amparo de las Naciones
Unidas y la Cruz Roja.
Normalmente
surgen para proteger a la población civil en conflictos armados.
Imagínense
que se difunda en Haití entre su población lastrada de miseria que cruzando el
río Masacre les espera un techo, servicios sanitarios y médicos, comida y
protección gratuitas, proporcionados por la ONU, la Cruz Roja y los gobiernos
norteamericano y dominicano ¿quién controlaría la estampida?
Más
aún, ¿quién podría hacer retornar a sus
conucos abandonados, a sus viviendas desvencijadas, a sus vidas de hambre y
carencias a aquella muchedumbre que ya se habituó a que les dieran y les resolvieran
todo de gratis?
Cuando
se les niegue la vivienda o la alimentación gratuitas ¿quién contendrá su ira?
¿Quién amainará su cólera? ¿Quién impedirá que se subleven?
Óigame,
a quien le ofrezcan vivienda, comida y servicios gratuitos los coge. Es más,
serían muchos dominicanos los primeros que querrían ser refugiados en esos
campos de refugiados. El problema social que se quería provocar era de
proporciones catastróficas.
Los “campos de refugiados”, que llegaron a estar oficialmente aprobados, no
menos de 15 según la información que cito, “comenzaban
en San José de las Matas, en plena sierra dominicana”.
Sólo la
prudencia y el nacionalismo del entonces presidente Balaguer, unidas a su
proverbial terquedad, y la acción oportuna de ciudadanos independientes que se
agruparon en la Unión Nacionalista pudieron salvarnos de tal pesadilla.
En
Haití no había una guerra civil. Era un gobierno con un hombre fuerte, Cedrás,
es verdad, pero ¿no toleraron durante décadas los norteamericanos a Duvalier y
al hijo? Es más, ¿no aceptaron ahora que el hijo volviera a Haití y allí lo
protegen de la justicia haitiana? Dejémonos de hipocresías, ombe.
El Plan
Clinton de llenar a República Dominicana de “campos de refugiados” fue resistido por Balaguer. Y eso determinó,
no otra cosa, que el gobierno norteamericano decidiera salir de su viejo
colaborador. Y lo echaron a patadas. Esa, y no otra, es la verdadera historia
que ahora nos quiere contar, excluyendo el contexto y los antecedentes de
manera maliciosa, el embajador Graham.
LA OPCIÓN PEÑA GÓMEZ PARA DESPLAZAR A BALAGUER
La
presión del Caucus Negro, los legisladores negros del Congreso Norteamericano,
para que Clinton actuara y repusiera a Aristide, era enorme. Tenían incluso
intereses financieros en ello, pues Aristide hizo acuerdos que beneficiaban a
oficinas y lobistas de ese grupo de presión.
Clinton
barajaba invadir Haití. Cedrás, que había firmado en 1993 un acuerdo para
permitir el regreso de Aristide, lo posponía por un motivo u otro.
Balaguer,
en República Dominicana, se negó a colaborar y dejarse imponer los “campos de refugiados”. Y entonces surgió
para los norteamericanos otra opción: apoyar la candidatura del Dr. Peña Gómez
y el PRD a la presidencia en las elecciones del 1994.
Un
dirigente reformista, el Dr. Fernando Álvarez Bogaert, cogió la seña, se fue
del Reformismo y pactó con Peña Gómez y el PRD. De inmediato, su grupo fue
rebautizado como “el reformismo de la luz”.
Y eso a Balaguer en especial parece que lo irritó particularmente. Cuando
Alvarez Bogaert quiso presumir de sus conocimientos de los entretelones del
Poder, bastó con que Balaguer le advirtiera: “No toques esa tecla porque si la tocas te hundes” para que
enmudeciera. Enmudeció tanto, que Balaguer murió hace diez años y él todavía
permanece con sus labios sellados.
Nada de
eso, claro, lo toca el embajador canadiense autor del relato. No conviene a sus
fines.
Hay
otra cosa que conviene que aclaremos: lo atinente al “colchón de votos” que fue otro factor que disparó la crisis.
<span style="font-weight: bold;">EL “COLCHÓN DE VOTOS” Y LA
CRISIS DEL 1994</span>
¿Hubo o
no fraude en las elecciones del 1994? ¡Claro que lo hubo! Todas nuestras
elecciones, no sólo nacionales, sino las internas de los partidos, las de
asociaciones e instituciones, todas sin excepción, ¡hasta las de las iglesias!,
están marcadas por trampas,
truchimanerías, búsqueda de ventajas ilegales, compra de votos y trasiego de
gentes y demás vagabunderías.
Esa es
una realidad de nuestra cultura. Nos negamos a jugar decentemente, con
limpieza. Y no nos gusta perder.
Para no
mencionar al Partido Reformista, ducho en todos los tiguerajes posibles,
recordemos que el PRD fue el partido de la fiesta a rabazos limpios de la
Convención del Dominican Concorde, de los dos bufetes del Senado cuando Jorge
Blanco, de la elección a tiros en la Cámara de Diputados, cuando Hipólito Mejía
y de los asesores en fraude enviados desde Venezuela por Carlos Andrés Pérez.
Es
historia patria que reformistas y perredeístas cedulaban ilegalmente a
haitianos para construir mayorías ficticias. Ahora, fíjense, escribí reformistas
y perredeístas, ambos. No uno de ellos, los dos.
Y cada
uno acusaba al otro de lo mismo que practicaba.
El
asunto es que muchos de esos inmigrantes haitianos ilegalmente cedulados fueron
captados por el PRD y su candidato. Peña Gómez, un hombre cándido y de escasa
astucia, al que le gustaba presumir, llegó al extremo de alardear de que
contaba con “un colchón de votos” de
más de 200,000 votantes, lo cual, según él, iba a impedir cualquier fraude cometido por
los reformistas para permanecer en el poder. ¿Aparece ese dato en el “cuento” de señor Graham? ¡Oh, no! ¿Y por
qué no?
Los
dirigentes reformistas, que estaban en el poder, y que sabían abultar votos,
comprar gente, trasegar y distorsionar (es famoso que las listas de candidatos
que se acordaban en la casa de Balaguer eran cambiadas de camino a ser
registradas en la Junta Central Electoral. Más de uno se encontró con la
sorpresa de ser sustituido de esa manera. Ni el dedo de Balaguer era infalible,
por lo visto), fueron inquietados ¿por quién? Pues por el propio Peña Gómez que
padecía de una intemperancia que le hacía hablar de más y poner en alerta a sus
adversarios.
Y
organizaron el dislocamiento de votantes.
Ahora,
el PRD contaba con un fraude montado de 200,000 votos en su “colchón electoral” y el reformismo
dislocó unas 45,000 personas a las que se les impidió votar por no aparecer en
las listas de las mesas.
¿Quién
de los dos hizo trampas? ¡Ambos! No sólo una de las partes, las dos.
¿Por
qué el embajador Graham no dice eso? ¿Por qué insiste en querer presentar sólo
a una de ellas como la mañosa? Porque una era la que tenía que ser echada del
poder y la otra era la que se quería en el poder. Y el embajador Graham
trabajaba para propiciar ese cambio. Porque era el cambio que Canadá, Estados
Unidos y Francia querían para el país.
Y
recordemos, él defendía los intereses de Canadá, no el de los dominicanos.
<span style="font-weight: bold;">EL FRAUDE MÁS EXTRAÑO DEL MUNDO</span>
Parece
ser que Leonardo Matos Berrido, hombre del poder si lo hay desde sus tiempos de
la Guardia Universitaria, Jacinto
Peynado, líder del senado y candidato vicepresidencial y otros montaron el
fraude. E incluso, por un comentario que me hizo alguien muy enterado, que
contaron con la complicidad de uno de los técnicos extranjeros que operaban en
la Junta: “Poderoso caballero es don
Dinero”.
La
presión internacional, encabezada por el gobierno norteamericano y su
presidente Bill Clinton cayó sobre el país.
Peña
Gómez, envalentonado por los guiños que recibía de los “observadores” internacionales y los poderes que representaban, se
plantó en veinte. Y a Balaguer le quedó claro que sus días de mando llegaban a
su fin.
<span style="font-weight: bold;">Con
todo, maniobró de forma experta.</span>
Uno de
los procónsules del imperio, que no vaciló en admitir en el propio libro de
Graham que “nuestras tácticas tal vez
puedan lucir fuertes, hasta imperiales” (Pág. 39), el embajador Michael F. Skol,
llegó al extremo de advertir al entonces presidente Balaguer, con el mayor de
los desparpajos que, “si no había una
decisión, el 16 de agosto se instalaría un gobierno provisional”, lo que
llevó a Balaguer a ripostar que “se quedaría en la presidencia el
que estaba, y que le informara al presidente Clinton que él era tan presidente
como él”.
<span style="font-weight: bold;">Pero el viejo caudillo tenía la
guerra perdida.</span>
¿Por
qué el fraude fue el más extraño del mundo? Porque senadores, diputados,
síndicos y regidores de ambos partidos validaron las elecciones para ellos,
aunque los del PRD la cuestionaron sólo para la presidencia y la
vicepresidencia.
Si eran
corruptas, si fueron manipuladas, si eran fraudulentas ¿no lo eran para todas
las posiciones electas? No, los diputados, senadores, síndicos y regidores
electos del PRD reclamaron la limpieza de su triunfo. Sólo el presidente y el
vicepresidente fueron ilegítimos.
Total,
que la presión bestial de Clinton y sus aliados obligó al viejo presidente,
ciego y enfermo, a pactar.
<span style="font-weight: bold;">Le
ofreció a Peña Gómez la oportunidad de gobernar.</span>
Cuando
Peña Gómez le dijo a Balaguer, en un encuentro concertado por los “observadores” y la PUCAMAIMA, al que los
consejeros del Dr. Peña Gómez estaban renuentes a que asistiera: “Doctor. Fue un empate. Ambos ganamos”
Balaguer le planteó: “Pues dividámonos el
pastel. Yo gobierno dos años y usted dos años”. Peña Gómez, asesorado por
sus siempre desatinados consejeros, ex –izquierdistas que lo veían como su
catapulta al poder, rechazó la única
oportunidad que tuvo de gobernar. Cuatro años después moriría.
¿Por
qué Peña le dijo a Balaguer que las elecciones habían concluido en un empate?
Porque ambos sabían que recurrieron a malas artes para ganar. No sólo uno de
los dos: ambos.
Ah,
pero los asesores de Peña Gómez, infatuados por el apoyo explícito de Bill
Clinton y el poderío norteamericano, la OEA y los mil y un organismos que
controlaban los norteamericanos, se sintieron seguros de que la suerte les
sonreía.
Acordaron
recortarle a Balaguer dos años, pero lo aceptaron como presidente electo. Al
igual que aceptaron como legítimos a los senadores, diputados, síndicos y
regidores.
E
hicieron una Constitución a su antoj separaron las elecciones. Prohibieron la
reelección de un presidente en ejercicio (¿Y por qué? Porque sabían que si
Balaguer concurría de nuevo a unos comicios, volvía y les ganaba. O por lo
menos creían eso a pie juntillas. Por eso no lucharon porque se hicieran nuevos
comicios bajo supervisión internacional, sino simplemente para sacar del poder
a Balaguer y prohibirle presentarse como candidato).
Y
establecieron la segunda vuelta y el 50 más uno. Balaguer había propuesto un
40% para evitar la segunda vuelta. El PRD, seguro de que no había manera de perder,
aceptó la segunda vuelta y el 50%. Tan confiado se sentía.
Esa fue
su perdición.
<span style="font-weight: bold;">EL PLAN CLINTON Y LA INTENCIÓN DE FUSIONARNOS CON HAITÍ.</span>
¿Existe
un plan de Bill Clinton, los Kennedy, Francia, Canadá y Estados Unidos para
propiciar una fusión entre los estados haitiano y dominicano? No puedo
asegurarlo, aunque tengo indicios que me mueven a pensar que sí.
Para el
embajador Graham, empleado del gobierno canadiense, uno de los países acusados
(y por tanto abogado defensor de su propia causa), esto es poco menos que un
delirio.
Así, en
la Pág. 24 escribe: “Uno de los más
extraños alegatos planteados era que algunos gobiernos extranjeros,
supuestamente Estados Unidos y Canadá, estaban conspirando para forzar la
unificación de Haití y la República Dominicana como una forma de resolver el
endémico y caótico problema haitiano”.
Pero
recordemos quién escribe. A quién sirve. Y que su papel es mentir, según Nixon.
Y más
adelante, en la Pág. 25 indica que: “Balaguer
en un discurso en Santiago pronunciado el 7 de mayo (de 1994, AJ), dijo que “si
las presiones internacionales… para unificar los dos países… eran o no
exitosas, dependería del ganador de las elecciones”.
Ahora
bien, las presiones que recibía el entonces presidente Balaguer de Clinton eran
poco menos que apabullantes. El mismo Graham tuvo que admitir en su libro, Pág.
36, que “La parte oriental (quiso
decir occidental, AJ., es decir Haití) de
la isla resultaba ser un dolor de cabeza mayúsculo y más público para la
administración Clinton. Washington, también la OEA y Naciones Unidas,
intentaban aislar y hacer desaparecer al régimen golpista del general Cedrás.”
El
mismo Graham admite, a seguido, que Clinton veía a Balaguer como un obstáculo a
sus planes de quitarse de encima ese, según Graham, “dolor de cabeza mayúsculo”, pues nos informa que “Un componente clave era sellar la frontera
domínico/haitiana, tema sobre el cual el gobierno de Balaguer no sentía ningún
entusiasmo”.
Todavía
Haití sigue siendo para los norteamericanos “un dolor de cabeza mayúsculo”. Lo tienen invadido desde el 2004. ¿Y
adivinen quien es el procónsul imperial que determina lo que se hace en Haití?
¿Adivinaron? ¡Bill Clinton, el Comisionado del gobierno norteamericano para
Haití! Parece que nuestros vecinos, y también nosotros, no podemos salvarnos de
él y sus trapacerías.
<span style="font-weight: bold;">CÓMO CONSTRUYO MI PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD</span>
Conviene
ahora esclarecer lo siguiente. Es casi imposible decir que se tienen pruebas de
que Bill Clinton, los Kennedy, Obama, Francia, Canadá o cualquier persona están
interesados en que se produzca una fusión y desaparezcan nuestras naciones.
Nadie
es tan bobo como para declarar tal despropósito, salvo el profesor haitiano y
asesor del actual presidente Martelly, (que venía de Canadá, por cierto)Reinseinthe
Paúl Joseph, a quien se le chispoteó el asunto.
He
vivido toma mi vida manipulado por mentiras, media verdades o abiertas
mentiras.
Y lo
que hago es construir mis hipótesis provisionales, explicaciones plausibles de
algo, en función de los datos que reúno y de cómo los entiendo. Hilvano datos
para construirme una comprensión que funciona como teoría transitoria, hasta
que nuevos datos o un nuevo punto de vista me permite una idea que considero
mejor.
Así
procedo.
<span style="font-weight: bold;">Hay
algunos aspectos que llaman mi atención.</span>
La
bestial presión sobre nuestra endeble y frágil república por parte del
todopoderoso gobierno norteamericano llevó a algunos buenos dominicanos a
reaccionar para defender nuestro territorio. Eso condujo a que emergiera la Unión
Nacionalista.
Personalidades
como Luis Julián Pérez, mi tío paterno, o como alguien proveniente del PRD, el
Arq. Leopoldo Espaillat Nanita, el periodista Miguel Ángel Velásquez Maynardi,
el sociólogo Giuseppe Rímoli Martínez, M. Armando Armenteros, Pedro Manuel
Casals Victoria, el escritor Manuel Núñez y otros se unieron para reclamar
respeto por la soberanía nacional, rechazar la presión norteamericana para los
campos de refugiados y actuar en defensa del interés nacional.
¿Cómo
reacciona Graham ante esta institución patriótica, que refrescaba la Unión
Nacional Dominicana surgida en 1920 con fines parecidos? Graham la
lapida. Veamos: “La absurda mentira de
que la OEA era una herramienta de Washington para promover la fusión de Haití y
la República Dominicana era un tema común de la Unión Nacionalista, un grupo
conservador que se auto-describía como “patriótico y apolítico”. Para ellos,
éramos unos “intervencionistas” que trabajábamos para avanzar las ambiciones de
Peña Gómez. La Unión Nacionalista y otros grupos similares intentaron provocar
un frenesí patriótico. No era prudente manejar a través de, o alrededor de, una
de sus manifestaciones sin enarbolar la bandera nacional”.
Si él
no era un “intervencionista” ¿qué
era?
Y que
me excuse, pero si algo él demuestra con creces en el malhadado folleto que
escribió sobre la Crisis del 1994 es que no andaban descaminados los miembros
de la Unión Nacionalista cuando lo
acusaron de trabajar “para avanzar las
ambiciones de Peña Gómez”. Su libro es más que expresivo en esto. Y de
hecho, termina admitiéndolo expresamente, como veremos.
<span style="font-weight: bold;">¿INVERVENCIÓN EXTRANJERA? SÍ, MISTER GRAHAM.</span>
En la
Pág. 33, el señor Graham se queja del rechazo de una parte de la población a su
intromisión abusiva. Denuncia a Cuchito Álvarez, el autor de “Coctelera” y director del matutino Hoy,
que escribió, como cita Graham, que “las
personas bajo el ´comando grahamiano´de la OEA están más interesadas en el proceso
haitiano que en el dominicano”. A Cuchito se le reputaba de bien informado
y con excelente olfato periodístico. ¿Qué sabría?
Su
escrito, el del señor Graham, es un indisimulado ejercicio del poder imperial
sobre una nación débil e incapaz de hacer respetar sus fueros.
¿Podríamos,
los dominicanos, ir a Estados Unidos a hacer revisar las fraudulentas
elecciones del 2000 en que se impuso con malas artes George W. Bush, según
muestra el cineasta Michael Moore?
De
hecho, ese gusto por el intervencionismo extranjero lo retrata Graham cuando
explica en su Pág. 35 que el Dr. Peña Gómez quería “que el presidente Clinton telefoneara personalmente a Balaguer para
aplicar presión”, petición que le hizo a Graham, según el diplomático. El
imperialismo sólo es malo cuando me perjudica.
Indica
también que Balaguer “parece que también
se molestó por una advertencia hecha esa mañana
durante un desayuno para empresarios, auspiciado por la embajadora Donna
Hrinak, quien le dijo al grupo que el país podría pagar un precio muy alto si
el gobierno trataba de disfrazar las irregularidades”.
Y
veamos lo que señala en la Pág. 39: “El
13 de julio, en otra reunión del Subcomité del Congreso sobre Asuntos
Hemisféricos, la embajadora Babbitt planteó la posibilidad de que la OEA
impusiese sanciones” a República Dominicana. Así estaban las cosas para
Balaguer. No lo querían. Tenía que irse. No era un asunto de votos, era un
asunto de que su permanencia no era del interés norteamericano. Punto.
Y al
final de su escrito Graham tiene que admitir lo obvio. En la Pág. 49, en su
Epílogo, escribe: “Desde una estricta
perspectiva soberana, tanto el IFES, como el NDI y la OEA estuvieron
involucrados en una forma de interferencia en los asuntos dominicanos”. A
confesión de parte…
<span style="font-weight: bold;">DE CÓMO BALAGUER SE LE RIÓ A CLINTON EN SU CARA</span>
Joaquín
Balaguer es un personaje lleno de claroscuros. Hay mucho de reprobable,
reprochable e indebido en su vida. Y también otras conductas elogiables.
Se
inició, siendo un mozalbete, como orador improvisado denunciando a los
interventores norteamericanos durante la primera ocupación del país por tropas
del USMC.
Luego,
como tantos, tras canonjías y sinecuras, se prestó a servir a los intereses de
Rafael L. Trujillo. Y vivió y viajó bastante como servidor del tirano.
Tengo
mis razones para creer que fue parte del plan para salir de aquel delincuente,
como otros de los que sirvieron al tirano y luego conspiraron y terminaron por
ajusticiarlo, hartos de sus desplantes, abusos y crímenes, cuando fueron
salpicados, como la familia De la Maza por el aparato criminal al que ellos
mismos servían.
Fue el
responsable mayor, jugándose la vida en más de una ocasión, de la destrullijización.
Graham
lo acusa de haber aprobado “el fraude por
adelantado”, Pág. 49. No explica, sin embargo, el encono que tomó al Lic.
Jacinto Peynado cuando, desconociendo el acuerdo hecho de celebrar elecciones a
los 18 meses, impuso desde el Congreso seis meses más de gobierno y extendió el
período a dos años.
El
mismo Graham dice que tras su acción, “Peynado
fue castigado y en lo adelante, su agencia automotriz empezó a decaer”
(Pág. 43).
Terminó,
como sabemos, por venderla. Y el Dr. Balaguer llevó su molestia con su
vicepresidente al grado de que no fue a votar por el candidato de su partido en
la primera vuelta electoral de las elecciones del 1996.
Graham,
en el colmo de su “antibalaguerismo”,
habla de la “crueldad” de Balaguer
(Pág. 50), aunque, para compensar, tilda de Peña Gómez de “defectuoso” (Pág. 50). Llamar cruel a Balaguer, artífice de la
seducción si hubo alguno, es poco menos que calumnioso. No lo fue. Aunque sí es
cierto que permitió y aprobó abusos de poder de sus colaboradores. También hay
que aceptar que estos eran víctimas del terrorismo bueno, el terror rojo de las
izquierdas: bombas, asesinatos, atentados, secuestros, guerrillas, atracos,
etc.
Cuando
parecía que todo estaba ya amarrado y que el próximo presidente de la República
lo sería el Dr. Peña Gómez, persona a la que juzgo personalmente de bienintencionada, decente, dominicano como el
que más, interesada en mejorar las condiciones de vida de los dominicanos y en
realizar un gobierno por y para la gente, el Dr. Balaguer sacó un As debajo de
su manga. El viejo prestidigitador político, ciego, enfermo, echado a patadas
por Clinton y las organizaciones internacionales bajo su control, desconcertó
al fatuo presidente norteamericano.
Apoyo
incondicionalmente al Dr. Leonel Fernández, candidato del PLD, por el que
previamente había mostrado la suficiente simpatía como para que una gran masa
de reformistas y simpatizantes balagueristas hicieran causa común con aquel y
mandaran al candidato del PRSC, Lic. Jacinto Peynado, a una tercera posición.
Y en un
acto de masas celebrado en el Centro Olímpico, arrostró a Bill Clinton su
venganza. Conocedor de que la dolencia terminal del Dr. Peña Gómez le impedía
presentarse de nuevo a unas elecciones (murió dos años después) y de que Bill
Clinton no podría reelegirse de nuevo, el anciano presidente se irguió y lanzó
un críptico mensaje: “El camino malo
(la fusión con Haití, AJ) está cerrado,
cerrado definitivamente a la maldad y la demagogia y abierto, abierto de par en
par al patriotismo dominicano”.
Fue su
desquite. Se lo voceó al prepotente césar que disponía, desde Washington, quién
gobernaba en este paisito.
De ahí
que ese apoyo incondicional se llamara Frente
Patriótico Nacional. Balaguer sabía qué se proponía. A quién le hablaba. De
qué hablaba. Y por qué lo hacía.
Aquí
pocos o ninguno se ocupó de entenderlo.
<span style="font-weight: bold;">HAY AMORES QUE MATAN</span>
El
libro de Graham, además de capcioso, también está incompleto.
Leí que
Julio Brea Franco, Director de Elecciones en ese torneo y a quien Graham
ensucia y limpia a voluntad, escribió tres artículos sobre ese proceso y,
además, hubo una entrevista con la abogada y escritora Carmen Imbert Brugal,
todos publicados en el periódico Hoy. Ninguno de esos documentos
constan en el anexo de declaraciones y recortes de periódicos adjuntos. ¿No
valía la pena conocer otra versión de los hechos, menos comprometida con los
intereses foráneos?
Una
declaración que aparece reproducida, de la Conferencia del Episcopado, para la
época, firmada por el Cardenal y los obispos de la Iglesia Católica, señala
taxativamente “No podemos, sin embargo,
aceptar que Poderes o instituciones extranjeras interfieran en nuestros asuntos
internos. Tan soberanas son las naciones grandes como las pequeñas”. (Pág.
53) ¿Qué sabrían nuestros obispos para hablar así?
El
libro de Graham elude mostrarnos el contexto y los antecedentes de la crisis. Y
además, les carga las tintas al entonces presidente Balaguer y a sus
partidarios, ignorando el famoso “colchón
de votos” y otras inconductas del PRD.
Y busca
hacernos olvidar los planes que el gobierno norteamericano se proponía
imponernos contra nuestros intereses y que fueron valientemente resistidos por
el Dr. Balaguer.
En la
Pág. 18, Graham escribe: “Varias veces
durante nuestras conversaciones (con Balaguer, AJ), yo le diría: “Presidente, tengo mucho cariño por su país”. La expresión
era diplomática y él siempre respondía con su suave voz: “Muchas gracias, señor
Embajador”.
Ya me
imagino a aquel viejo cortesano, astuto y de mente más que lúcida, brillante,
sotorriéndose de aquel borrachín que era el embajador Graham.
Sabía
quién era. A qué intereses respondía. Lo que encubría aquella “expresión diplomática”.
No le
creía en nada.
Ni yo
tampoco.
Véalo en mi blog: http://elblogdeaquilesjulian.blogspot.com/2011/12/el-plan-clinton-balaguer-la-crisis.html